lunes, 15 de abril de 2013

Capítulo 26: Desencuentros.

Al fin. Había esperado durante 200 años ese momento, ese reencuentro, aunque no sería como yo esperaba ni por asomo.

-Vaya, tu capacidad de observación sigue intacta, ¿huh?
-¿Volverás a irte...? -Me paré en seco, mirándole con los ojos anegados en lágrimas.
-¿Volverás a blandir tu espada? Es algo que no sabes, esa es mi respuesta.
-Sé que deberé volver a blandirla... -Sabía que Kael seguía detrás mía, podía sentir su respiración, completamente calmada.
-¿Cómo sabes que volverás a blandirla sin saber quién te ha podido matar antes de ello?

Fruncí los labios. En el fondo, sabía que tenía razón.

-Supongo que, si me matan, será en combate, y al menos la habré blandido tratando de defenderme.
-En cualquier caso, no sé si volveré a irme.

Agaché la cabeza con tristeza y reculé, volviendo junto a Kael.

-Está bien... Pero no sé por qué vuelves si te volverás a ir.
-No vine por gusto. No me querían ni en el infierno. -Soltó una risa, ciertamente amarga.
-Sabes que aquí sí te queremos.
-Se me saltan las lágrimas. -Su tono era compretamente irónico, algo que me dolió como mil dagas clavándose en mi cuerpo.
-¡Axel! -Alcé un poco la voz, enfureciéndome por momentos. -¿Crees que puedes volver y hablarnos así? Somos tu familia...
-Érais mi familia. -Enfatizó la primera palabra, haciendo que destacase sobre el resto de la frase. Aquello fue como un enorme martillazo en el pecho, me tambaleé y Kael me sujetó por la espalda.
-Sigue siendo tu hijo...
-Se ha criado solo, sin un padre, no va a ser menos ahora.
-¿Y crees que eso no ha hecho mella en él? ¿Crees que no ha sido difícil para los dos?
-Difícil, pero no imposible. Seguid así. -Nos aplaudió irónicamente.
-Ya basta, Axel, no entiendo tu comportamiento... -Apreté la mandíbula, conteniendo las lágrimas.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-El por qué nos tratas así, no te hemos hecho nada...
-Demasiado tiempo solo, soportando cosas que ni siquiera has sufrido en tus pesadillas.
-Pero nosotros no tenemos la culpa de ello...
-Puede, pero si he logrado sobrevivir todo este tiempo ha sido gracias al poder de mi odio.
-¿Odio hacia qué o quién, Axel?
-El odio hacia ángeles y demonios, el odio a un pasado ya olvidado, el odio a ser quien soy, y los senderos que he escogido.
-Sólo respóndeme una cosa... ¿Nos odias a nosotros? ¿A tu hijo y a mi?
-¿Qué os diferencia a vosotros de los ángeles o demonios a los que aborrezco?
-Nada, supongo...

Me agaché a recoger mi espada y la de Kael, y se la devolví mientras enfundaba la mia, colocándola en mi espalda. Comencé a tirar de su brazo, tratando de salir de allí. Ya había escuchado suficiente y había aguantado bastante dolor.

-Entonces, ¿a qué esperáis? Veníais a dar caza, ¿no? -Desenfundó su espada, amenazante.
-Yo no tengo por qué darte caza, Axel. No pienso matarte ni dejar que le mates a él.
-¿Y si te fuerzo a hacerlo?
-No te servirá de nada. Va en contra de mis principios matar lo que amo.
-¿Y tú pretendes demostrar que vales algo más que la escoria que mataba tiempo atrás? -Dijo, señalando con la espada a Kael.

En ese momento, me giré en redondo, empujando a Kael a un lado de callejón, y miré con furia a Axel, dejando que emanase de mi un aura negra, aún leve. Mis ojos se volvieron oscuros, como antaño. Hacía mucho tiempo que no me pasaba, pero... había perdido el control. Le miré fijamente, casi con odio, y le hablé con una voz profunda.

-Yo no doy caza a nadie, sólo protejo a cuantos me rodean.
-Pareces olvidar que aún tengo cierto control sobre ti.
-Ya no... -Trataba de reprimirlo, pero dolía demasiado.- El sello se rompió en el preciso instante en que desapareciste.
-Oh, al fin algo de diversión... -De repente, de él emanó un aura roja y negra, acorde a sus ojos, y los colmillos se le habían extendido, por no hablar de la contracción y la fuerza que eso parecía ejercer sobre sus músculos.
-¿Diversión? -Dejé de tratar de reprimirlo y la oscuridad me tomó por completo. Con el rabillo del ojo, miré a Kael. Estaba aterrorizado, ya que nunca me había visto en pleno descontrol demoníaco. -Para mí es sólo un deber como madre.
-Veamos si has aprendido algo desde que te enseñé... cuando aún eras una guerrera.
-Y ahora lo soy aún más. -Reí sarcásticamente, levitando un palmo sobre el suelo y observando cómo mi aura ahora tenía tonos morados.
-¿Y a qué esperas para demostrarlo?

En un instante desenfundé mi espada, cargándola de energía demoníaca, y la lancé contra él, desviándola levemente para que solo le rozase el viento de la velocidad de la espada, dejándola clavada en la pared. Con una velocidad atroz, sin siquiera verle, se colocó detrás mía, de espaldas, y se encendió un cigarro.

-Sì, son todo mejoras. -Rió sarcástico, dando una calada.

Recogí la espada a distancia, enfundándola de nuevo y volviendo a mi estado natural, sin darme la vuelta.

-No ha sido un error fallar.
-Lo sé, pero así no me diviertes. Eres peor de lo que pensaba combatiendo.
-No estaba combatiendo.

Me situé junto a Kael y tiré de él, para que volviera en sí, ya que parecía estar en shock. Axel apretó los dientes, intensificando su poder. El que emanaba me oprimía aún más el pecho que antes, era destructivo.

-¡Vamos! -Gritó, incitándome a combatir.
-¡Basta, Axel! No pienso pelear más.
-¿Y si lo ataco a él?
-Por encima de mi cadáver. -Dije, mientras tiraba de Kael hasta situarlo detrás mía.
-Entonces lucha, y si me vences... puede que me plantee el volver.

Empujé a Kael, susurrándole al oído que corriese, le di un beso en la sien y dejé que se marchase, quedándome sola frente a él.

-¿Quieres matarme? ¿Es eso?
-¿Matarte? ¿Dónde queda la diversión en eso? -Tan sólo fui capaz de refunfuñar en voz baja como respuesta. -¿Acaso deseas la muerte?
-Si eso sirve para proteger a mi hijo, sí.
-De algún modo tenía que prender tus ganas de luchar. ¿Lista? -Empuñó su espada y tiró el cigarro, ya consumido.
-Siempre.

Empuñé mi espada sin ganas, suspirando, y se quedó esperando mi ataque, en guardia, pero yo también esperaba el suyo.

-¿Y bien? ¿Te vas a quedar ahí todo el día? -Le dije, con cierto desdén.
-De acuerdo, de acuerdo.

En un destello, su figura desapareció y comenzó a arreciar un fuerte viento en el callejón en consecuencia a ello. Esperé a ver algo nuevo, algo que me motivase, me giré buscándole, pero no le encontraba. De repente, alguien desde atrás me tapó la boca.

-Tan insensata como siempre... -Suspiré sobre su mano y me destapó la boca, dejándome hablar.
-¿Por qué haces esto?
-Simplemente para ver como luchabas, pero... Veo que sigues igual de manta. -Dijo lo último en un irritable tono jocoso.
-Uhm... Gracias.
-¿Y por qué tanto afán con que vuelva? Han sido 200 años.
-¿Eso qué importa? Yo sigo sintiendo igual...
-El tiempo pasa, y el mundo cambia acorde a él.
-Pero un sentimiento puede ir más allá.
-¿Ahora es cuando me sueltas el cuento de que no hubo nadie más?
-Es que esa es la verdad. No hubo nadie más... Tienes a Kael como testigo.
-A mi ese no me importa.
-Es tu hijo, Axel. ¿Cómo puede no importarte?
-Al igual que él ha crecido sin padre, yo he convivido sin nadie, es simple.
-Es como si nunca te hubiese importado... Como si no te hubiésemos importado ninguno de los dos.
-Tienen que cambiar muchas cosas para que eso sucediese de nuevo.
-Ya veo... -Me separé un par de pasos de él. -Tal vez el que deba cambiar eres tú, porque nosotros seguimos exactamente igual.
-Doscientos años... en el infierno... supiste que estaba ahí... supiste que no desaparecería simplemente, por tu naturaleza híbrida lo sabes... Y no te preocupaste en saber nada. Por eso os odio. Por saber que di la vida por nada.
-No la diste por nada. Sabía que no desaparecerías, pero no sabía si conservarías tus recuerdos... No sabía lo que tendrías que soportar en el tránsito. Y tampoco sabía cómo encontrarte.
-Y tampoco te molestaste en preguntar, ¿verdad? Ni siquiera a tu amiga Helena. ¿Crees que no lo sabía?
-Helena no podía saber nada, es un ángel.
-Pero el tránsito es igual para ambos.
-Pero no sabíamos cuánto tardaría...
-El hecho de que no te hayas preocupado en saber nada habla por si solo.
-Vale. -En ese momento, se me cruzaron los cables y me di la vuelta, dirigiéndome a la salida del callejón.
-Bello recibimiento para alguien que desea verme volver.

Me di la vuelta, abriendo la boca para replicar, pero Axel ya no estaba, había desaparecido, de modo que cerré la boca y suspiré, saliendo del callejón de una vez.

Volví a casa, pero entré de modo que Kael no me viese, y subí directa a la habitación, abriendo de par en par la ventana. Había caído la noche hacía rato, y tan sólo se veía la luna y las estrellas brillar sobre las copas de los árboles del bosque. Me senté en el amplio poyete de la ventana, mirando hacia el cielo. No sabía si le volvería a ver, pero tenía claro que, pasase lo que pasase, y viese lo que viese, siempre iba a estar con él.

sábado, 13 de abril de 2013

Capítulo 25: Renacer.

Mis ojos habían de adaptarse aún en la oscuridad, pero mientras veía a aquel ángel convertirse en una especie de nube blanca, evaporándose hacia el cielo, llevé mi mano a la empuñadura de mi espada, a mi espalda, y empecé a desenvainarla, a lo que mi "enemigo" respondió pronunciando unas palabras en un extraño idioma, conjurando algo en su mano que destelló en aquella insidiosa oscuridad.

Me acerqué sigilosa y lentamente, mirándole, mientras Kael se quedaba detrás mia, cubriéndome las espaldas. Estos demonios habitualmente no venían solos. Traté de verle la cara, pero lo único que veía era el fulgor carmesí de sus ojos y el destello que producía su pelo con la poquísima luz que cabía encontrar en ese callejón.

-¿Quién anda ahí? ¿Quién eres? -Dije pronunciándome, esperando una respuesta inmediata.
-La peor de tus pesadillas.

Fruncí los labios y desenvainé del todo mi espada, y escuché una voz tras de mí. Kael.

-Déjate de cuentos ya. -Sonaba como él mismo era, demasiado impulsivo y protector. Al fin y al cabo, se había criado sólo conmigo y era lo único que le quedaba.
-Chico... -Aquel hombre rió sarcásticamente y clavó la espada en el suelo. -No sabes a lo que estás jugando.
-¿Ah, no? -Apretó la empuñadura de su espada, desenvainándola, se le notaba furioso. Para él, y realmente para cualquiera, aquello era un desafío, y si continuaban así, Kael podría desatar su demonio interior, pero yo sabía las consecuencias que tendría, y no estaba muy por la labor. -Basta ya de jueguecitos. ¿Por qué vienes aquí a molestar?
-¿De veras quieres jugar? Te invito a que lo intentes, si a tu madre no le importa.

Alcé una ceja. ¿Cómo había podido saber que era su madre? Sólo había dos opciones posibles: O era pura casualidad que hubiese acertado, o había estado espiando durante algún tiempo. Ladeé la cabeza y dibujé una extraña sonrisa.

-Si quieres jugar, tendrá que ser con los dos.
-De acuerdo. Estaréis ambos fuera de combate en menos de treinta segundos. Espero que no hayas olvidado esto, Mizuki.
-¿¡!? -¿Acababa de decir mi nombre? No podía ser casualidad. Ya no. Nadie por allí conocía mi nombre salvo dos personas, y ambas se dirigían a mi con un apodo, no por mi nombre. -¿C-Cómo me has... llamado?
-Mizuki. Mizuki Spark.

Aquello me hizo palidecer. Había mentado mi apellido. ¿Tal vez era alguien de mi pasado? Pero, ¿quién? Tras unos instantes de silencio, decidí preguntárselo directamente.

-¿Y... tú eres...?
-Desde el principio, y vuelta a empezar. -Esas palabras ya las había oído antes de una sola persona, pero hacía mucho que estaba muerta.

De pronto me vi inmersa en un infierno, sintiendo todo lo que él sintió. Vi sus últimos recuerdos, sus últimas palabras antes de dejarnos. Sentí el sufrimiento, la ira, la cólera, el odio que tuvo que recorrer cada fibra de su ser durante tanto tiempo. Y de repente lo entendí todo. Cuando salí de aquella ilusión, mi espada cayó a un lado, dejándome caer de rodillas. Aquella visión se repetía una y otra vez, de manera que no podía ver otra cosa, ni el callejón, ni a Kael, ni a él. Sentí un brazo en mi pecho, sujetándome. Estaba en shock. Tan sólo podía oír lo que ocurría a mi alrededor.

-¿¡Mamá!? ¡Mamá! ¿¡Qué le has hecho!?
-Tranquilo, chico. Sólo ha tenido una... "visión reveladora", se pondrá bien. Y tú, ¿te enseñó tu madre a enfrentar esto, Kael?

Sentí la fría piedra de la pared en mi espalda. Me estaba recostando allí para que no cayera al suelo.

-¿A qué te refieres?
-Tu madre ha tenido una visión del.infierno, gracias a mis ojos.
-¿Una... proyección? -Hubo unos instantes silenciosos, supuse que estaría pensando. -Creo que no.
-Por lo que veo, Mizuki nunca te habló de tu padre.
-¡Yo ya no tengo padre! Murió hace mucho tiempo, y tampoco conservo recuerdos de él. Es... como si nunca hubiese existido.
-Lo tuviste, pero... ¿por qué no se lo cuentas tú, Mizuki?

Comencé a levantarme, aunque con dificultad, apoyándome donde podía. Al fin era capaz de ver lo que sucedía. Kael corrió a servirme de apoyo, soltando su espada para sujetarme con ambas manos.

-¿A qué se refiere, mamá?
-Kael... -le miré ciertamente entristecida, temblando de pies a cabeza aún. -Sabes que poco te he hablado de tu padre, por razones que ya conoces, pero... ya es hora. Murió hace demasiado tiempo, y no eras tan mayor como para guardar recuerdos suyos, ya que pasó poco tiempo con nosotros. Pero... hay algo que no sabes. Cuando un demonio muere, otro debe ocupar su lugar. Es lo que se llama ley de compensación.
-Mizuki, ¿necesitas ver mi rostro para terminar de comprobarlo?

Asentí mientras apretaba una de las manos de Kael, el cual estaba estupefacto, mirando atentamente y tratando de asimilarlo todo en el menor tiempo posible. Dió unos pasos hacia nosotros, mostrando su rostro a la luz. Seguía igual, pero sus ojos y su pelo habían cambiado. Como ya dije, sus ojos refulgían rojos y negros, mientras que su pelo se había vuelto blanco. No blanco por canas, brillaba como siempre, pero era blanco en lugar de negro.

-Soy real, he vuelto.

Me solté de Kael, dando unos lentos pasos hacia él.

-Axel... Has vuelto...

Capítulo 24: Confrontación.

Han pasado 200 años desde que Axel murió. Dejó un gran pesar en mi corazón, pero traté de que no pesase en el de mi hijo, Kael. No fui capaz de olvidarle un sólo segundo de mi vida, y tampoco nuestra historia se quedó en el olvido. A lo largo del tiempo, cuando Kael se convirtió en un adulto, viajamos por casi todos los rincones del mundo, combatiendo contra ángeles y demonios infractores. Al final, nos quedamos en Italia, entrenándonos y luchando, pero vivíamos bastante en paz, lejos del ruido incesante de las ciudades.

Allí encontramos un grupo de ángeles, del cual había sacado una gran amiga, una confidente, Helena. Ella sabía toda la historia sobre Axel y yo, cómo nació Kael, y cómo Axel perdió la vida. Nuestra casa se encontraba bastante cerca de la suya, y de un pequeño bosque, pero tampoco muy lejos del centro del pueblo.

Realmente, nunca me deshice de nada que perteneciese a Axel. Incluso había algunas fotos de antes de que se fuese por primera vez, y en lugar de destruir el libro de conjuros que transcribió para Kael, lo guardé hasta que creció lo suficiente, entrenándole tanto con la espada como con los hechizos. Guardaba todo como oro en paño, no podía olvidar al que fue mi marido, y el padre de mi hijo, y tampoco quería.

Poco antes de decidir seguir contando mi historia, llegaron varios rumores a mis oidos. Gente que decía haber visto un hombre de ojos rojos y cabello blanco, no canoso, si no blanco, brillante. Yo no les daba crédito, la gente a veces era muy fantasiosa, y más aún en un pueblo tan pequeño... Pero, si era cierto, indudablemente se trataba de un demonio, aunque hasta que no dieran la voz de alarma, no pensaba hacer nada, y si nadie conseguía hacer nada, tendría que encargarme yo misma, aunque no tuviese ganas. Era mi deber, pero había vivido varios años en completa tranquilidad, dejando que cada bando se matase a placer, sin preocuparnos de lo que éramos. Renegados del cielo y el infierno por ser mestizos, híbridos, ni ángeles ni demonios, albergando ambas razas en nuestro interior.

En estos dos siglos, han pasado tantas cosas... Tuve que irme de Alemania, no quería ver cómo moría la gente que me importaba a mi alrededor, ni que mi hijo sufriese el dolor de tantas pérdidas. Ángela, Shane... ambos muertos tiempo ha. Unos años después de marcharnos de Alemania, volvimos. Shane ya era un hombre, y Ángela estaba en las últimas. Como excusa, teníamos el "ser" familiares de los ya difuntos Mizuki y Kael, por lo que, para esa ocasión, tuvimos que crearnos unas identidades falsas temporales. En cada nuevo hogar, durábamos muy poco, no podíamos descubrirnos tan a la ligera. Debíamos tener siempre un plan perfecto para cualquier imprevisto.

Entrenábamos cada noche en el bosque que había cerca, para no levantar sospechas ni alarmar al pueblo, aunque éramos totalmente pacíficos, pero siempre íbamos armados por nuestras espadas. Kael había heredado las espadas de sus abuelos, las originales, y yo aún seguía con la que me forjó Axel. Kael se volvió cada vez más fuerte, combinando las espadas con los conjuros del libro que su padre le legó, a pesar de que desease que fuese destruído, pero la elección era de Kael, no mía, y al crecer decidió seguir los pasos de su difunto padre, contrariando su última voluntad. Me sorprendió que se hiciese más fuerte que su propia madre, tenía madera de gran luchador, y ese se convirtió en mi mayor temor. Quizá un día se uniese a "la élite", lo cual era una especie de ejército de ángeles y demonios que se ocupaban de hacer cumplir la ley a ambos bandos, al igual que a los mestizos, tampoco os penséis que los de mi raza nos librábamos. Si Kael se unía a esa élite, quizá no volviese a verle en toda mi vida, y eso me mataba por dentro, aunque no lo exteriorizarse. Al fin y al cabo, por mucho que fuese su madre, no pretendía que se quedase a mi lado si se quería ir.

En resumen, estos 200 años han servido para fortalecernos, apartarnos de las luchas en cierto modo, e intentar llevar una vida lo más normal que nuestra inmortalidad nos permitía, sin olvidar nada de lo que viví junto a él...

Uno de esos días, de repente, recibí un aviso de alarma de Helena. Había una lucha en un callejón, debía ir allí como refuerzo, con Kael. Nos preparamos y nos dirigimos hacia allí. Seguí el rastro de esencía, aunque a cada paso que daba se hacía más fuerte, hasta llegar al punto de que me oprimía los pulmones. Era un demonio excesivamente fuerte. No estaba segura de poder con él, de modo que, antes de entrar al callejón, besé la frente de Kael, a modo de despedida temporal, y me dirigí junto a él hacia el fondo del callejón, a tiempo de ver cómo uno de los ángeles del grupo al que pertenecía Helena caía a manos de aquel demonio. Al fondo tan sólo se veía el destello de unos ojos, brillando rojos y negros, y alcancé a ver un destello blanco de su pelo en la oscuridad.