sábado, 13 de abril de 2013

Capítulo 25: Renacer.

Mis ojos habían de adaptarse aún en la oscuridad, pero mientras veía a aquel ángel convertirse en una especie de nube blanca, evaporándose hacia el cielo, llevé mi mano a la empuñadura de mi espada, a mi espalda, y empecé a desenvainarla, a lo que mi "enemigo" respondió pronunciando unas palabras en un extraño idioma, conjurando algo en su mano que destelló en aquella insidiosa oscuridad.

Me acerqué sigilosa y lentamente, mirándole, mientras Kael se quedaba detrás mia, cubriéndome las espaldas. Estos demonios habitualmente no venían solos. Traté de verle la cara, pero lo único que veía era el fulgor carmesí de sus ojos y el destello que producía su pelo con la poquísima luz que cabía encontrar en ese callejón.

-¿Quién anda ahí? ¿Quién eres? -Dije pronunciándome, esperando una respuesta inmediata.
-La peor de tus pesadillas.

Fruncí los labios y desenvainé del todo mi espada, y escuché una voz tras de mí. Kael.

-Déjate de cuentos ya. -Sonaba como él mismo era, demasiado impulsivo y protector. Al fin y al cabo, se había criado sólo conmigo y era lo único que le quedaba.
-Chico... -Aquel hombre rió sarcásticamente y clavó la espada en el suelo. -No sabes a lo que estás jugando.
-¿Ah, no? -Apretó la empuñadura de su espada, desenvainándola, se le notaba furioso. Para él, y realmente para cualquiera, aquello era un desafío, y si continuaban así, Kael podría desatar su demonio interior, pero yo sabía las consecuencias que tendría, y no estaba muy por la labor. -Basta ya de jueguecitos. ¿Por qué vienes aquí a molestar?
-¿De veras quieres jugar? Te invito a que lo intentes, si a tu madre no le importa.

Alcé una ceja. ¿Cómo había podido saber que era su madre? Sólo había dos opciones posibles: O era pura casualidad que hubiese acertado, o había estado espiando durante algún tiempo. Ladeé la cabeza y dibujé una extraña sonrisa.

-Si quieres jugar, tendrá que ser con los dos.
-De acuerdo. Estaréis ambos fuera de combate en menos de treinta segundos. Espero que no hayas olvidado esto, Mizuki.
-¿¡!? -¿Acababa de decir mi nombre? No podía ser casualidad. Ya no. Nadie por allí conocía mi nombre salvo dos personas, y ambas se dirigían a mi con un apodo, no por mi nombre. -¿C-Cómo me has... llamado?
-Mizuki. Mizuki Spark.

Aquello me hizo palidecer. Había mentado mi apellido. ¿Tal vez era alguien de mi pasado? Pero, ¿quién? Tras unos instantes de silencio, decidí preguntárselo directamente.

-¿Y... tú eres...?
-Desde el principio, y vuelta a empezar. -Esas palabras ya las había oído antes de una sola persona, pero hacía mucho que estaba muerta.

De pronto me vi inmersa en un infierno, sintiendo todo lo que él sintió. Vi sus últimos recuerdos, sus últimas palabras antes de dejarnos. Sentí el sufrimiento, la ira, la cólera, el odio que tuvo que recorrer cada fibra de su ser durante tanto tiempo. Y de repente lo entendí todo. Cuando salí de aquella ilusión, mi espada cayó a un lado, dejándome caer de rodillas. Aquella visión se repetía una y otra vez, de manera que no podía ver otra cosa, ni el callejón, ni a Kael, ni a él. Sentí un brazo en mi pecho, sujetándome. Estaba en shock. Tan sólo podía oír lo que ocurría a mi alrededor.

-¿¡Mamá!? ¡Mamá! ¿¡Qué le has hecho!?
-Tranquilo, chico. Sólo ha tenido una... "visión reveladora", se pondrá bien. Y tú, ¿te enseñó tu madre a enfrentar esto, Kael?

Sentí la fría piedra de la pared en mi espalda. Me estaba recostando allí para que no cayera al suelo.

-¿A qué te refieres?
-Tu madre ha tenido una visión del.infierno, gracias a mis ojos.
-¿Una... proyección? -Hubo unos instantes silenciosos, supuse que estaría pensando. -Creo que no.
-Por lo que veo, Mizuki nunca te habló de tu padre.
-¡Yo ya no tengo padre! Murió hace mucho tiempo, y tampoco conservo recuerdos de él. Es... como si nunca hubiese existido.
-Lo tuviste, pero... ¿por qué no se lo cuentas tú, Mizuki?

Comencé a levantarme, aunque con dificultad, apoyándome donde podía. Al fin era capaz de ver lo que sucedía. Kael corrió a servirme de apoyo, soltando su espada para sujetarme con ambas manos.

-¿A qué se refiere, mamá?
-Kael... -le miré ciertamente entristecida, temblando de pies a cabeza aún. -Sabes que poco te he hablado de tu padre, por razones que ya conoces, pero... ya es hora. Murió hace demasiado tiempo, y no eras tan mayor como para guardar recuerdos suyos, ya que pasó poco tiempo con nosotros. Pero... hay algo que no sabes. Cuando un demonio muere, otro debe ocupar su lugar. Es lo que se llama ley de compensación.
-Mizuki, ¿necesitas ver mi rostro para terminar de comprobarlo?

Asentí mientras apretaba una de las manos de Kael, el cual estaba estupefacto, mirando atentamente y tratando de asimilarlo todo en el menor tiempo posible. Dió unos pasos hacia nosotros, mostrando su rostro a la luz. Seguía igual, pero sus ojos y su pelo habían cambiado. Como ya dije, sus ojos refulgían rojos y negros, mientras que su pelo se había vuelto blanco. No blanco por canas, brillaba como siempre, pero era blanco en lugar de negro.

-Soy real, he vuelto.

Me solté de Kael, dando unos lentos pasos hacia él.

-Axel... Has vuelto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario