domingo, 30 de septiembre de 2012

Epílogo segundo: Axel.

Empleé mi tiempo en entrenar, y a descansar todo cuanto pude, no tenía ganas de nada, los segundos, se me hacían minutos, los minutos, horas... las horas... Bueno, ya me entendéis.

Dediqué un año a estudiar el libro que recientemente había obtenido, para poder aprender todos los conjuros de memoria, me gustaría conservar ese libro en buenas condiciones, al fin y al cabo, es lo más parecido que tuve a un... recuerdo familiar, y con mi trabajo, no sabía si me duraría mucho llevándolo encima.

Viajé a Madrid, y me dispuse a entrar en ''El Lobo'', quizá algo masoquista por mi parte, el hecho de querer revivir tantos recuerdos. Tras entrar, supuse que Henry se habría enterado de mi fuga, y quizá por eso vino con intenciones agresivas, ambos salimos a la parte de atrás del local, donde quiso agredirme, y en una fracción de segundo, él estaba en el suelo, con Desgarradora apuntando amenazante a su cuello.

-Tenemos dos opciones, Henry.
-¿Y esas cual son, malnacido?
-La primera, aceptar el dinero para ir a ver a Mizuki, cuidar de su hijo, y moderar tu lenguaje. O la segunda, degollarte en un instante.

Tras aceptar una sustanciosa cantidad de dinero y gruñir por lo bajo, en lo cual supongo que maldeciría mi existencia, personalmente, me la traía floja...

¿El portal que creé cuando me marché? Me llevó a Alemania, una vez allí, me alojé en un apartamento, muy próximo al Tiergarten, me dispuse a solucionar todo, o al menos a intentar descubrirlo. Poco después, fui consciente de que Redención supo en todo momento cuál era mi verdadera naturaleza, pero, al parecer, optaron por escondérmelo.

No pude apagar mi instinto de venganza, el hecho de no haber sabido nada, el no tener a Mizuki a mi lado, como tanto podría ansiar. Necesitaba una vía de escape, y ésta fue optar por el exterminio de Redención. No hubo distinción de personas, de edades, de sexos... Nada. Después de semejante carnicería, retorné a Alemania, después de esa vuelta al mundo en busca de venganza. Una vez en mi apartamento, llamé por teléfono.

-¿Sí?
-Ángela, ¿Ya ha nacido?
-Si, ha nacido ya, se llama Kael.
-Ojalá estuviese allí para verlo.
Ángela se tomó un momento antes de responderme.
-Podrías hacerlo, y lo sabes.
-Lo entiendo, Ángela, pero tengo demasiadas cosas en las que pensar.
-Si alguna vez quieres verla, solo llámame, y te daré la dirección, ¿vale?
-De acuerdo, por ahora, tengo que descansar, gracias por cuidar de ella. Hasta otra.
-Hasta otra, Axel.

Ya habían pasado tres años, y... ¿Sabéis que? Cambié ligeramente en mi trabajo, no solo doy caza a demonios, si no también ángeles, ya no distingo unos de otros, todos al fin y al cabo, me parecen contradictorios, en teoría, los ángeles son buenos al fin y al cabo, pero... fueron capaces de matar a alguien de su misma raza, Ayelet, y está claro que si pendiese un fin mayor, te sacrificarán sin dudarlo. ¿Demonios? Los ''malos'' de la historia, pero hay de todo, todo el mundo los pinta de insensibles y despiadados ¿Y Asmodeus? Fue capaz de amar hasta el fin de sus días, y no conforme con eso, educó y mimó a una primogénita hasta la saciedad... personalmente, ya no sé lo que creer.

Salí de caza, esta vez, me tocó un demonio, el cual algo escurridizo, logró evadirme durante unos segundos, pero sus rastros son inconfundibles, más aún, para alguien que ha dedicado su vida a cazar, al llegar al callejón, vi un destello azul, una espada angélica, enfrentándose a ese demonio, supongo que ese fue mi día de suerte, un 2x1. Desde la lejanía, lancé a Desgarradora, y ésta dejó clavado al demonio muerto en la pared, y como era de suponer, el ángel se lanzó a por mi, y dado que no poseía mi espada, me serví de mis conjuros, lanzando bolas de fuego, una tras otra, esquivaba una tras otra, y la cual tenía una trayectoria perfecta, las hacía rebotar con su espada, hasta que finalmente, una de esas bolas la desarmó.

Cuando nuestros rostros se cruzaron, me di cuenta de que quizá ese no era mi día de suerte, simplemente... no sabía lo que iba a suceder, lo único que podía afirmar, es que habíamos vuelto a encontrarnos. Sí, volvía a tenerla frente a mí...

sábado, 29 de septiembre de 2012

Epílogo primero: Mizuki.

Habían pasado ya dos meses desde que Axel se fue. No había vuelto a saber de él, ni una llamada, ni un mensaje, ni una visita sorpresa. Nada. Absolutamente nada. La falta de voluntad me pudo y volví a mi piso en Madrid.

Al entrar, parece ser que Henry había tapado los muebles con sábanas para que no se llenasen de polvo.

Pasaron unas semanas, y recibí una llamada de Ángela, una buena amiga desde la infancia. Siempre habíamos estado muy unidas, quizá por el hecho de que ambas éramos huérfanas. Aún así, hacía mucho tiempo que no sabía de ella. Me contó que llevaba un año en Alemania, pero que ahora necesitaba cierta ayuda porque su trabajo peligraba. Se había quedado embarazada y el padre se había desentendido. Me propuso viajar, pagándome ella el billete, y me alojaría en su casa con ella. Acepté con la condición de que me dejase en Madrid un par de días de reposo. Tras tres días, allí que me fui. Metí en la maleta todo cuanto pude, así como en el equipaje de mano, y arramplé con todo a Alemania, no sin antes despedirme de Henry, Rose, y Emma, prometiéndoles que pronto les escribiría.

Al llegar, Ángela me esperaba con su coche. Conversamos sobre lo ocurrido todo ese año por el camino, evitando el hecho de que yo era una mestiza, por supuesto. Eso ya tendría tiempo de contárselo. Me instalé en una habitación bastante cómoda, con las paredes blancas y los muebles de color melocotón.

-Podemos pintarla, si quieres. -Me dijo al entrar.
-Así está bien... Pero me gustaría pintar algo en mitad de la pared, si no te importa.
-Claro. -Me dijo, risueña como siempre.- ¿Qué pintarás?
-"Más allá del arcoiris...". ¿Qué te parece?
-Me parece una frase muy bonita. -Sonrió encantada.- Bueno, te dejo que te instales tranquilamente. Estaré en el salón si necesitas algo.
Asentí y abrí mi maleta.

"Necesito verle, pero tú eso no me lo puedes conceder...", pensé para mis adentros. Coloqué todo: la ropa en el armario, varias fotos sobre la cómoda y la mesilla, mis libros en la estantería, y las cosas de higiene en el pequeño aseo de mi habitación.

Pasaron las semanas y caí en la cuenta de que hacía días me debería haber bajado la menstruación, y el mes pasado tampoco me había bajado. -Sí, los ángeles y los demonios, bajo apariencia humana, también tenemos la menstruación.- Bajé a la farmacia, empezaba a ponerme nerviosa, y compré un test. Por suerte en el colegio aprendí alemán, y practicaba también un poco con Ángela. Al subir, me hice la prueba.

Me temblaban las manos, pero acerté con el chorrito. Mientras esperaba, pensé en la reacción de Ángela al contarle mi naturaleza. Se había sorprendido mucho, pero lo había aceptado y me había acogido igual, diciendo que lo que yo fuese no implicaba que fuese una persona distinta a la Mizuki que ella había conocido. Al fin pasaron los tres minutos de rigor, aunque había dejado pasar alguno más. Miré aterrorizada el test, y, de pronto, ese terror fue respaldado por el test. Dos rayitas. Las dos rayitas que más rápido cambiaban la vida de alguien. Bajé corriendo las escaleras, llamando a gritos a Ángela.

-¿¡Qué pasa!? ¿¡Ha pasado algo!?
-Ángela... Estoy... Estoy... -No pude evitar echarme a llorar, me temblaba todo el cuerpo tanto como la voz.- Estoy embarazada...
Me abrazó instintivamente, acariciándome el pelo.
-Tranquila... Cuidaremos la una de la otra.

No tardé en llamar a Henry para contárselo. Decidió venirse a Alemania con la familia. Había un piso en venta cerca, y a los pocos días les tenía instalándose a un par de calles de nuestra casa. Rose era muy buena y comprensiva, y me ayudó mucho los seis meses siguientes. Cuando salí de cuentas, estaban siempre pendientes, por si rompía aguas.

-Rose, Henry... -La cafetería estaba casi vacía esa tarde, y le estaba dando mil vueltas a mi café.- De veras, gracias por todo... Pero creo que fue excesivo veniros a vivir aquí. Tal vez hubiese vuelto tras un tiempo.
-No seas boba. -Rose me miraba con dulzura, como siempre había hecho.- Sabes que haríamos cualquier cosa por ti.
La miré emocionada, pero de repente mi cara cambió. Miré la silla y estaba encharcada.
-Henry...
-No me voy a poner en contra de Rose, aunque me lo pidas. -Dijo riendo.
-No, no es eso... Acabo de romper aguas.

Saltó de su silla y esperó en la puerta, abriéndola para que saliese. Fuimos en coche hasta el hospital y, en el momento de dar a luz, Rose entró conmigo.

Me parecía haber dormido días enteros. El sueño se me había hecho eterno, y tan sólo había dormido unas horas. Llevaba tres días en el hospital, no quería separarme de mi hijo. Había sido un niño precioso. Al despertar, oí a Ángela hablar por el móvil en voz baja.

-Sí, ha nacido ya. Se llama Kael.

Al verme despertar, me sonrió y salió de la habitación.
A los pocos segundos, me incorporé en la cama a tiempo de ver cómo se abría la puerta y entraba la enfermera con Kael en la "cuna" portátil del hospital.

-Mi pequeño...
-Todo tuyo. Le toca comer. -La enfermera me alcanzó al niño con delicadeza.
Me aparté la bata del hospital y le di el pecho tranquilamente. La enfermera salió, dejándome intimidad.
Antes de la semana ya habíamos salido de allí y estábamos en casa. Kael tan sólo se llevaba dos meses con Shane, el niño de Ángela, así que podrían jugar e ir al colegio juntos. Serían como hermanos.

[Tres años después]

-¡Mami, mami! ¡Mira!
Reí divertida ante las niñerías de Kael. Estaba tirándose por el tobogán, riendo y corriendo para tirarse otra vez.

Alcé la cabeza, girándola levemente sobre mi hombro. Me acerqué a la oreja de Henry.

-Hazte cargo de Kael, por favor, Henry. Tengo un... asunto que atender en el callejón de ahí atrás.

Asintió he hizo como si no pasase nada. Yo me colé por el callejón, empuñé a Ayelet, y doblé la esquina, llegando a un corte de calle. No había salida. Al fondo del callejón había un tipo con gabardina, de espaldas a mí. Al girarse, vi sus ojos, rojos como el fuego. Sin mediar palabra, empezamos a luchar, sin contemplaciones. De repente me empujó con su espada, tirándome a un lado del callejón. Antes de que pudiera levantarme, una espada demoníaca lo empaló en la pared. Me levanté, mirando fijamente en la oscuridad del callejón, aunque solo vi otro par de ojos rojos. Blandí mi espada, incitándole a pelear. Pronunció una especie de conjuro y empezó a lanzarme bolas de fuego. Al esquivarlas y hacerlas rebotar, se me cayó la espada. Su rostro se había iluminando momentáneamente, y, pese a sus innumerables cicatrices, marcas de guerra, no dejaba de ser él.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Capítulo 12: El Reencuentro.

Ese día amaneció ciertamente nublado, y amenazaba con llover de un momento a otro. Me encontraba en el pequeño balconcito de nuestra habitación, fumándome un cigarro. Axel, al parecer, seguía durmiendo a pierna suelta, y no quise despertarle. "Está tan mono...", pensé, girando la cabeza para mirarle. El despertador de Axel sonó, me dio un beso de buenos días, y se puso su ropa de entrenamiento.

-¿Estás lista?

Asentí y cerré el balcón, total, iba a cambiarme y hacía fresco. Me acerqué al armario y cogí una camiseta de manga larga azul oscuro y unos vaqueros negros, prendas que me había comprado uno de los días en los que no habíamos ido a cazar demonios. Iba aprendiendo poco a poco a manejarme con la espada. Llevaba parte de ello en la sangre. Me la até a la espalda y me volví.

-¿Sabes? Mi espada... Ya sé cómo la voy a llamar. -Dije, sonriendo triunfal.
-¿Cómo? -miré curioso-
-Ayelet... Era el nombre angélico de mi madre. Quedaba mejor que llamarla Francesca, ¿no crees? -Reí divertida.
-Oye, pues Francesca me gusta.
-Me encogí de hombros.- Sería como llamar a tu hijo... Toby o Bobby.
Echó a reir, y desenvainó fuera de casa a Desgarradora.

-¿Lista?
-¿Y cuándo no? -Sonreí de medio lado y desenvainé mi espada.
Se deslizó velozmente, haciendo su espada chocar contra la mía.
-Creo que estarás lista cuando todo pase.
-Eso espero. -Empujé su espada con la mía, haciéndole retroceder.
Retrocedió y giró sobre si mismo, dando dos vueltas, liberando energía, y volviendo a chocar con mucha más fuerza. Sus ojos refulgían rojos. Yo empecé a emanar energía, recubriendo también la hoja de mi espada.
-Un poquito de esencia angélica.
-Envidiosa... -rió leve, y su móvil, el cual se hallaba dentro de casa, sonó. -Seguramente sea Redención, voy corriendo, que llevo demasiado sin dar noticias, y creo que irá para largo, ¿vale?
Asentí y guardé tanto mi espada como mi energía, sentándome en el porche de la casa.

Una figura robusta, con ojos rojos, y una espada roja, se paró frente a mi. Entrecerró los ojos, mirándome.

-Esa espada... ¿Eres un ángel? -El desconocido empuñó la suya, era demoníaca, era una espada corta, y llevaba grabado el nombre del padre de Mizuki, Asmodeus.

Entrecerré los ojos y distinguí unas letras. Estaban traducidas al abecedario demoníaco, pero, por suerte, mi padre tuvo tiempo de enseñármelo brevemente.

-Asmod... ¡¡TÚ!! -Volví a blandir mi espada, poniéndome en guardia. ¿Quién eres y qué haces con esa espada?
-Yo soy Mastema, y vengo buscando a Semiazas.
-Aquí no hay nadie con ese nombre. -Caí en la cuenta de repente.- ¿Mas... Mastema? -Caí de culo sobre las escaleras del porche.
-Si, mastema, el mismo. -quedó pensativo unos segundos- Cómo era... oh... Ah, sí... Los humanos, y tú decidísteis llamarlo Axel.
-¿A-A-A-A...? ¡¡¡AXEL!!! -Grité cuanto el terror que se había apoderado de mi garganta me permitió, aunque no sé si me escucharía.- No puede ser... Él no... Yo... Tú... Joder, ¡basta! -Me llevé una mano a la cabeza.- Devuélveme la espada de mi padre, no tienes derecho a llevarla. Tus manos la han mancillado...
-Ahora mismo, tu no me interesas lo más mínimo, tengo asuntos pendientes que solucionar con mi hijo. -afirmó secamente.
-¡Él no es tu hijo! ¿Cómo te atreves siquiera a pensar que es de tu sangre? Si así fuese, no habría sido criado en un orfanato. -Me levanté y me interpuse entre él y la puerta. En ese momento, la rabia se apoderó de mí, pero más aún las ganas de proteger a Axel, de modo que me transformé en un ángel, empuñando con fuerza a Ayelet, haciendo honor a su nombre: La Elevada. Mastema empuñó la espada demoniaca chocándola con la mía.
-Lo que pasase, no es de tu incumbencia, niñita.
-Esta niñita te va a enseñar a no mentir. -Volé sobre él, quedando a su espalda, y le lancé una estocada con toda mi fuerza, al menos, toda la que pude.
La esquivó, y asestó un golpe fuerte haciendo chocar las espadas, de modo que la mía salió despedida, clavándose en la pared.
-¿Nadie te enseñó modales? ¿Tus padres no te lo enseñaron? -Rió sádico, sabía que haría daño. -Oh, es cierto... Siento haber matado a tu padre, el traidor que te enseñaba todo.

Mi parte demoníaca se reveló, mezclándose con mi transformación y quedando una mezcla de luz y oscuridad en un mismo ser.

-Eres asqueroso. Mi padre no se lo merecía, y decías ser su amigo. Eres un ser despreciable. -En ese momento, mi energía se apagaba por momentos.- ¡¡¡AXEL!!! -Volví a llamarle. Esta vez era imposible que no me oyese.
-Vas a reunirte con tu padre, eso tenlo por seguro -Alzó su espada para dar una última estocada.

En un instante, me desplomé en el suelo, desmayada. Todo estaba perdido si esa espada me alcanzaba. Ya daba igual, iba a morir, ahí se terminaba todo.

De pronto, unos ojos rojos, resurgieron a una velocidad impresionante, impactando con la cara de Mastema, tirándolo a varios metros por el suelo.
Después de atisbar eso, caí inconsciente completamente, dejándome llevar por un mar negro. Lo que pasó a continuación es algo que sólo Axel os puede contar.

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-¿¡Quién coño eres!? -Blandí la espada con ira al ver a Mizuki en ese estado.
Mastema rió tocándose la cara, levantándose rápidamente.
-Así que tú... eres "Axel", ¿cierto?
-¡Sí, y seguramente la última cara que veas, hijo de puta! -Me lancé a el lanzando innumerables estocadas, una tras otra, era presa de la ira.
Esquivaba una tras otra con dificultad.
-Eres igual que tu padre. Rápido y fuerte... -Dijo echándose a un lado.- Yo... Soy Mastema.

Un viejo truco que aprendí en redención, al esquivar un espadazo, el pecho quedaba libre, de modo que le lancé una patada ineludible al pecho, haciéndole caer de espaldas con demasiada fuerza.

-Tú... -gruñí con fuerza- Tú mataste a su padre... ¿¡Y ahora pretendes creer ser el mío!? Sé entrar en la memoria, Mastema, sólo tengo memoria a partir de ser abandonado, pero dudo que seas tú mi padre, o mejor aún, no quiero imaginarlo de ese modo.
Rió sarcástico. En el fondo, todo eso parecía divertirle.
-Creas lo que creas, no puedes negar lo que eres. Eres un semi demonio, y por tanto, das caza a los tuyos. Eres complicado, Semiazas. -Negó con la cabeza.- Tu madre estaría muy enfadada contigo...

De pronto me paré en seco.
-¿Quién... es... mi madre...?
-Tu madre... era una humana. Una humana que dió su vida al darte a luz. Se dedicaba a la brujería, en concreto a la rama necromántica. -Hurgó un poco en una bolsa que llevaba colgada al cuello a modo de bandolera, sacando un libro viejo. Era grande y grueso, y parecía pesado, aunque al cogerlo era bastante ligero. Me lo tendió tranquilamente.- Este libro era suyo... Quería que tú lo legases, y así será.
-Por desgracia, será lo único que mi familia pueda legarme. -Tomé el libro, lo dejé en el porche y miré agresivo.- Esa espada volverá a quien le pertenece, Mastema.
-Por encima de mi cadáver le entregaré esta espada a una mestiza, hija de traidores. -Escupió a un lado, poniendo un gesto de verdadera repulsión.
-No se la entregarás, lo haré yo, después de que mi espada, se haya encargado de hacer buena cuenta de ti.
Volvió a reír y empuñó la espada com ambas manos.
-No será tan fácil, Semiazas.
-Entonces muestra estar en lo cierto -Cargué mi espada con energía y ataqué, manteniendo el choque de espadas en posición- ¿Te has hecho viejo?
-Más quisieras. -Empujó mi espada y atacó con la suya, intentando dar un golpe bajo.

De mi espalda, emanaron las famosas manos de energía, bloqueando el ataque, agarrándolo por la pierna, inmovilizandolo contra el suelo.No podía moverse, a pesar de que se retorcía.

-A pesar de todo, te has hecho fuerte...
-Y no será mi espada la que te matará, padre.
-¿Huh? ¿Entonces cuál?

En un rápido movimiento, en una simple fracción de segundo, retrocedí, tomando a Ayelet, hundiéndola en su pecho, esperando unas últimas palabras.

-Nunca subestimes a un cazador, y menos, si es tu hijo -sonreí.
-Moriré... agusto habiéndote... oído llamarme... padre... -Dijo entre toses, en las cuales escupía algo de sangre.
Me senté a su lado, la herida tardaría en expulsar toda la sangre, dado que la espada seguía dentro.

-Al fin y al cabo, por mucho que te odie, no dejas de serlo.
Sonrió por un instante mi y colocó una mano sobre mi hombro.
-Haz buen uso del libro de tu madre... No la decepciones.
Devolví la sonrisa, y dije:
-Oh vamos, me tienes abandonado 19 años, ¿y has vuelto a morir, y a darme la brasa? -reí con el.
Negó con la cabeza y rió, haciéndose daño con la espada allí clavada.
-Sácala ya, y déjame morir... Ya es retrasar lo inevitable.
Asentí, y la saqué.
-Adiós, papá... -Tomé las espadas de los padres de Mizuki, y las clavé en forma de X en la hierba, y me coloqué a su lado para despertarla- Eh, Mizuki, despierta pequeña..

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Al despertar, había vuelto a mi forma humana. Despegué la cara de la hierba y alcé la cabeza, viendo a Axel. Intenté levantarme, pero no tenía fuerzas.

-¿Qué ha... pasado...?

Me cargó en sus hombros, y caminó por la hierba, hasta llegar a las espadas, que seguían cruzadas, y las señaló.

-Se acabó...
-Al fin... -Sonreí efímeramente, tanto como pude.- Necesito descansar. Descansar mucho... Me he quedado totalmente sin energías.
-Mizuki... Debo... confesarte algo...
-¿El qué...?
-He tenido que... asimilar demasiadas cosas, y eso me ha acarreado más dudas... por lo que... Me voy, Mizuki, y esta vez... sin ti... este piso, es completamente tuyo, está a tu disposición, al igual que el de Madrid. Toma. -Sacó una tarjeta de crédito con una sustanciosa cantidad.
-¿Cómo que te vas? No te puedes ir. ¿Y todo lo que hemos pasado juntos? -Las lágrimas corrían solas por mis mejillas. No tenía fuerzas ni para aguantarlas.- Me prometiste que me ayudarías. Lo prometiste. ¿Me mentiste?
-No, no te mentí... Ya he arreglado todo esto... Además... no me voy eternamente, aunque desconozco lo que tardaré... pero dudo que se trate de una corta estancia, Mizuki... -besó mis labios con ternura.

Me solté de él, cayendo al suelo. Cogí las espadas y limpié a Ayalet con la hierba.
-Me vas a dejar sola...
Suspiró de manera irremediable, y se dio la vuelta.

-Axel... Pase lo que pase... -Me puse de rodillas como pude, mirándole.- Te esperaré, aunque sea más allá del arcoiris.

Pronunció unas extrañas palabras, y ante él apareció lo que podría apreciarse como un portal. Me quedé atónita, mirándolo.

-¿Axel...? ¿Qué...?
-Mi madre, era humana, una bruja necromántica...
Asentí delicadamente.
-Entiendo...
-Mizuki. Quiero dejarte algo, algo importante para mi.
-¿De qué se trata?

Abrió mis manos y dejó las llaves de las dos casas, la de Italia, y la de Madrid, y las llaves de Chevy.

-Volveré a por ellas. será nuestra promesa, ¿De acuerdo?
Asentí, esbozando algo parecido a una sonrisa.
-De acuerdo.
Se puso de rodillas frente a mi.
-Prométeme que no llorarás, y serás fuerte.
-Te... Te lo prometo.
-Oh... casi lo olvido, Mizuki. -Sacó un pequeño tubito, como si de análisis se tratase- Toma.
-¿Huh? ¿Qué es eso?
-Mi sangre.
Caí de culo hacia atrás.
-¿Y pa-pa-para qué la quiero yo?
-No es para ti, Mizuki.
-¿Entonces? ¿A quién he de entregarla?
-ÉL sabrá qué hacer cuando llegue el momento. -Tocó el portal, y, mientras se desvanecía, susurró: -Te amo, Mizuki, y siempre lo haré.
-Y yo a ti... -Me quedé allí tirada, de rodillas. No era capaz de levantarme, ni siquiera de arrastrarme. Por suerte, tenía mi móvil a mano, y llamé a Alessandro, que estaba dentro de la casa, para que me echase una mano a subir hasta la habitación. Tras entrar, con ambas espadas enganchadas a mi cintura, dejé que el peso del cansancio me hundiese en la cama, llevándose todo y haciéndome presa de un profundo sueño.

Capítulo 11: Un efímero regreso.

Estábamos en casa jugando al billar, echando nuestra última partida, cuando Axel coló, por último, la bola del 8.

-Vuelvo a ganar, Mizuki -sonrió.
-¡Ooooh! Siempre ganas tú. -Me tiré sobre la mesa de billar, ocupándola entera.- ¡Pues ya no juego más! -Dije, bromeando.
-Entonces jugaré a otra cosa -Tiró de mis piernas hacia él, de modo que le rodeasen la cintura, su otra mano se posó sobre mi espalda, tirando de mí hacia él, dándome un efímero beso. -¿Qué haremos hoy?
-Pues... -Me quedé pensativa unos instantes.- No sé. ¿Qué quieres que hagamos?
-Pues... -Suspiró y, de forma rápida e ineludible, me dió un mordisco, solamente con un colmillo, lo suficiente para hacerme sangrar un poco, bebiendo mi sangre. -Bien, ahora... dame unos minutos.
-Uhm... Eso se avisa. -Dije llevándome la mano al cuello.
-Agradece que lo hice rápido, y ahora ya lo peor ha pasado...
-Vaya, claro... Gracias. -Dije riendo. -¿Y ahora...?
Después de varios minutos sin mediar palabra en su ensimismamiento y concentración, respondió.
-Mastema, ¿Realmente no lo conoces?
-Yo, personalmente, no. ¿Por qué?
-No es nada... -Caminó, cogió un cigarro y lo encendió, aspirando levemente, cuando pareció caer en la cuenta de algo- ¡MIZUKI!
-¿¡Qué!? -Me llevé una mano al pecho.- Qué susto...
-Coge todo cuanto necesites, hurga las cartas que le dejaron tus padres a Henry, tenemos que ir a donde se conocieron tus padres, y rápido.

Asentí y cogí el libro hueco, metiéndolo en una pequeña mochilita.
-No necesito más, creo.
-De acuerdo, te espero en el coche, -amarró la espada a su espalda y echó a correr hacia éste, arrancándolo para esperarme.
Cogí también la daga y me la até al cinturón.
-Uff... Casi se me olvida... -Bajé corriendo y me metí al coche. -Preparada.
-Lo siento, Mizuki, no voy a andarme con contemplaciones. -Puso el coche a tope, esquivando coches a izquierda y derecha a toda velocidad por la autopista. -Dime a donde tenemos que ir, ya.
-Tenemos que ir hasta Verona, Axel.

El coche dio todo lo que pudo de si, hasta que llegamos al centro de la ciudad, aparcó de un frenazo, bajando del coche. -¿Sabes correr rápido?
-Ehm... No. -Torcí el gesto.
-Huh... -Dijo calmado. -Podremos ir andando, no te preocupes, solo sígueme.

Me pegué a su lado,  como pude entre tanta gente. Finalmente llegamos al rincón donde las jóvenes ponían sus cartas a Julieta, no había nadie, lo cual facilitaría todo.

-Veamos... -Miró bajo un banco, y había una carta doblada, como si tuviese casi veinte años, a juzgar por su desgaste. -Bingo.
-¿Huh? -Miré la carta con curiosidad.- ¿Qué es eso?
-Al haber ''entrado'' a la mente de tu padre, a sus recuerdos, vi que metió esto, pocas horas antes de que... muriese, yo no soy el más apropiado para leerlo -me ofreció la carta.
-No importa... -Abrí la carta y la leí.- Veamos... Hemos de ir a Madrid. ¿Otra vez? Al Retiro, la estatua del ángel tiene todas las respuestas... ¿Cómo...?
-Bien, no te preocupes, como podrás imaginar, tengo contactos en todos lados, podemos salir en menos de 2 horas, no hace falta equipaje, tengo la sensación de que volveremos pronto, al menos yo, Mastema no se va a ir de rositas, al menos no después de haber ma... -se calló estrepitosamente, como si pretendiese ocultarme algo.
-¿Después de qué, Axel? -Le miré frunciendo el ceño.
-Mizuki... puede que sea duro para ti.
-Da igual. Dímelo, Axel. Odio que me oculten información.
-El mismo demonio al que yo busco, es el encargado de la muerte de tus padres.
Abrí la boca y me la tapé.
-No puede ser...
-Tranquila, ¿vale? Lo arreglaremos todo juntos, ahora sube al coche, vamos al aeropuerto, y si no te importa, cagando ostias.
-Claro... -Recuperé la compostura.- Vamos.

Cogimos el coche, y arrancamos rápido, y a medio camino, Axel tomó mi mano.
-Lo haremos juntos, ¿de acuerdo?
Le sonreí más o menos tranquila.
-Vale...
-Di lo que sea Mizuki, sueltalo todo.
-Nada, que nunca creí en las casualidades, y ahora... ¡POFF!
-Yo tampoco creo que sea casualidad, Mizuki. como ya te dije, creo que algo se cuece.
Esto me huele muy mal, Axel... Muy mal.
Soltó mi mano poniéndose la mano en la nariz a modo de pinza.
-Entoncezz no huelazz.
Rompí a reír por lo que me había hecho.
-¡Bobooo!
-Al menos te reíste.

Al llegar al aeropuerto, uno de los contactos de Axel nos esperaba, solo tuvo que bajar la ventanilla, y decirle ''Madrid'', nos indicó por donde ir, y subimos al avión con el coche.
-Esta vez, no bajaré en todo el viaje...
-¿Uhm? ¿Por qué?
-No tengo ganas, además... creo que debería investigar esto un poco. -Señaló la espada demoníaca que portaba.
Asentí sonriendo levemente.
-¿Te ayudo?
-Sí, ven. -bajamos del coche y empuñó su espada. -¿Recuerdas la esfera de energía que me lanzaste en el entrenamiento?
-Claro...
-Concentra una y lánzamela -Empuñó la espada, poniéndose en guardia.
Lancé una bola de energía una vez hecha, él blandió su espada, y ésta absorbió dicha energía, haciéndola desaparecer.
-Tal y como suponía...
-¿Qué ha pasado?
-Es una esencia demoníaca la que alberga esta espada, y la energía azul que desprendes, es angélica, están hechas para destruirse la una a la otra, y la espada absorbió esa energía, fortaleciéndola.
-Oh. Ya entiendo. -Me rasqué la barbilla.
-Verás... Te lo explicaré mejor. Transfórmate en ángel.

Me transformé, por primera vez en mucho tiempo, en ángel. El efecto era el contrario al de la transformación demoníaca. El pelo se clareó, quedándose más naranja que rojo y los ojos eran verde acuoso, verde azulado.

-¿Y bien...?
Acercó la espada a mi.
-¿Notas como si fuera un... repelente? ¿Algo que te incita a acabar con ella?
-Sí... Hay algo que me hace tener que mantenerme alejada de ella...
-Eso es porque tu esencia angélica repele la demoníaca. Al igual que si hago esto. -Soltó la espada, y esta salió despedida en dirección opuesta a mi, como si se tratase de imanes de polos iguales.
-Ya entiendo...
-Mizuki, creo que ahora, podré decirtelo sin tartamudear.
-¿El qué, Ax?
-Te quiero...
Me abracé a él, aunque las alas eran un poco incómodas para ello.
-Yo también te quiero...
-¿Sabes? Me gustaría bautizarla -señaló a la espada, volviendo a colocársela en la espalda-
-¿Ah, sí? ¿Cómo la llamarías?
-Eso es lo que no tengo claro aún, ¿se te ocurre algo?
-Nada de nada. Además, es tu espada. El nombre se lo pones tú. -Reí contenta y volví a mi forma humana.
-Umm... Estoy entre dos posibles nombres. ¿Escogerás tú por mí?
-Claro. Dímelos.
-¿Segadora... o Desgarradora?
-Desgarradora me gusta.
-Entonces, Desgarradora se queda.
-¡Estupendo! -Salté emocionada.
-Ahora, supongo que eres la madrina de la desgarradora -sonrió, mostrando todos los dientes.
Eché a reír.
-Eso parece.
-Sí. -Volvió a reír. -Mizuki... -Se sentó sobre el capó.
-¿Sí...? -Dije, volviéndome hacia él.
-¿Te apetece...? -Se sonrojó sin atreverse a hacer una propisición indecente.
-¿Aquí... ? -Me sonrojé yo también sin poder evitarlo y me señaló al coche. Asentí roja cual tomate.
-Vamos. -Susurré.
Entré al asiento trasero, seguido de mí, y me acerqué lentamente a sus labios, entreabriendo los míos. Nos desnudamos completamente, total, nadie nos vería, dado que la parte de atrás, estaba tintada.
-Te quiero... -susurró.
-Y yo a ti...
Penetró en mi, llevabamos un tiempo en faena, pero antes de terminar, ibamos a aterrizar.

-¡Joder, mierda, coño! -Se vistió a toda prisa, poniendose en el asiento del conductor.
-Joder... -Me tomé más tiempo que él para vestirme.- Qué momento...
-Tranquila, remataremos en Italia, esto no ha terminado, ¿eh? -Me tocó una nalga de sorpresa mientras me vestía.
Le guiñé un ojo y me pasé al asiento del copiloto.

-¿Lista para ir de carreras?
-Por supuesto... -Dije con sarcasmo. -Tirando.
Pegó un acelerón, y al llegar, aparcó por los alrededores, el centro, estaba muy concurrido.
-¿Vamos?
-Claro, pequeño. ¿Hace falta ser discretos?
-¿Por qué?
-Hay mucha gente. Si parecemos sospechosos, podemos estar en problemas. Aunque para un demonio, es fácil percibir lo que eres tú, pero lo mío es complicado.
Señaló de nuevo a la Desgarradora.
-Con esto nos apañaremos, de todos modos... -señaló de nuevo. -Ahí está el ángel caído -La espada se vio repelida por algo- Mizuki, hay un ángel, o algo similar por aquí.
-Ya lo noto... Es... Es... ¿otro mestizo? No...
-No, no es eso... lo hubiese visto. Hasta aquí puedo llegar yo, la espada tira de mi demasiado fuerte.
-Aún no estoy muy fina con mis sentidos... -Me acerqué a la estatua.- ¡Axel! -Le grité.- ¡Es aquí!
En ese momento, un ángel, al ver la espada secuestrada, se lanzó en picado a por mi.
-¡A LA MIERDA MIS PRINCIPIOS! -Axel asió la espada con fuerza, desangrando de una estocada al ángel.
Caí de rodillas, sosteniendo la espada entre mis manos. Llevaba una estrella en la empuñadura, y en ese momento lo sentí.
-Mamá...
-¡Mizuki! -gritó Axel desde lejos.- ¿Quieres sentir a un verdadero mestizo?
-¿Cómo?
-¡Blande tu espada! -Se dirigió rápidamente hacia mi, alzando la suya, con intención de chocarlas.
La blandí hábilmente, dado que era de filo fino, muy ligera. Finalmente chocaron, y una gran fuerza, nos hacía repelernos, pero ambos aguantamos la posición.
-¿Lo notas?
-Como para no. -Dije con un ligero esfuerzo en la voz.
-Esto... seguramente fue lo que sintieron tus padres al concebirte.
-Quién sabe... Pero sólo estaba la de mi madre. Quizá Mastema tenga la de papá, tal vez consiguió encontrarla.
-Quizá. Bueno, ¿Alguna carta? ¿Alguna pista? Supongo que no, te dejaron la anterior, para encontrar esto, quizá sabían que esto pasaría tarde o temprano...
-Supongo... Era cuestión de tiempo.
-¿Te apetece volver a la tierra de los espaguettonis? -sonrió divertido.
-Claro... Volvamos. -Sonreí y le cogí de la mano, echándome la espada a la espalda.
-Sabes que te tocará entrenar el manejo, ¿no? Yo ya se manejar espadas, e incluso armas que no imaginarías que conozco.
-Lo sé, lo sé...
-¡Oye! Ahora que estamos en Madrid, me gustaría hacer algo, si no te importa.
-¿El qué?
-Me gustaría pasar por casa, a recoger algo.
-Oh, claro. Vayamos pues. ¿Puedo saber de qué se trata?
-¡Claro! ¡De mi Audi R8!
-¡Yujuuu! -Grité emocionada.-

Subimos al coche, pasamos por casa de Axel, y cuando éste vio su coche, se abalanzó sobre el, abrazándolo.

-¡AY MI BEBÉ COMO LE HE ECHADO DE MENOS!
-¿Vas a dejar aquí a Chevy?
-¿Tienes carné de conducir?
-No he tenido tanto tiempo libre como tú...
-Uhm... lo dejaré aqui, pero alguien volverá a cuidarlo.
-¿Quién se encargará de ello?
-Redención. Soy su hijo predilecto, no me niegan nada.
-Eres el niño de "mamá", ¿no?
-Exacto, venga, sube. -Subimos al R8. -Lo echaba de menos.
-Ya somos dos...
Fuimos al aeropuerto, y al llegar, pasamos con el mismo mecanismo, un conocido de la organización me dejó pasar, sin pega alguna, subiendo al avión.
-¿Dormimos hasta aterrizar?
-Sí, por favor... Estoy agotada.

Echamos a dormir, hasta que el avión avisó, salimos de él al aterrizar y nos metimos por autopista, ya solo quedaban 10 min para llegar.

-Ha sido un día duro, ¿eh?
-Demasiado. Esta vida es agotadora.
-No, no te refieras a esto como vida, ni siquiera en redención. Nunca me he enfrentado a algo tan gordo, Mizuki. -Se encendió un cigarro, ofreciéndome uno.

-Está anocheciendo, y creo que esta noche dormiré, lo necesito, ¿y tu?
Asentí cogiendo un cigarro y encendiéndomelo.
-Yo también dormiré.
-Pero antes, me encantaría hacer algo -llegamos a casa, y bajamos del coche.
-¿De qué se trata?

Suspiró sin mediar palabra, entrando a nuestra habitación.Yo iba tras él, pegada como una lapa.
-Tú y yo... dejamos algo por zanjar en el avión, ¿no?
Sonreí sonrojándome.
-Eso creo...
Me tomó de la mano lentamente, dejándome caer sobre la cama, besándonos, mientras nos desvestíamos. Pasé mis manos por su piel, cálida y suave. Axel penetró en mi, sin importar el tiempo que pasaba, solo existíamos nosotros, y en ese momento nos importaba bien poco lo que pasaba alrededor. Yo nunca me había sentido como en ese momento, era todo mágico. No había tiempo ni espacio, tan sólo dos personas haciendo el amor con dulzura. Acarició mi torso, poco a poco subió a mi pecho, finalizando en la mejilla, donde poco a poco me besó, sin frenar de embestir dulce y delicadamente.
-Mizuki... Quiero confesarte... algo delicado...
-¿De qué se trata?
-Más bien... es una petición, algo alocada...
-¿Si...?
-No se qué me depara el futuro... no se lo que pasará... solo quiero pedirte... que te cases conmigo...
-Claro que me casaré contigo, Axel... -Me abracé con fuerza a él mientras me hacía el amor.

Finalmente esa sesión de amor, terminó y se tumbó en la cama conmigo abrazada a su pecho.

-Buenas noches, Mizuki... Descansa, nos lo hemos ganado
-Buenas noches, Ax... -Boqueé un par de veces y caí rendida sobre su pecho, una vez más.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Capítulo 10: A la caza de Soneillon.

Pasaron los días, entrenando, y cada uno era más duro que el anterior, pero, afortunadamente, descubrí los poderes demoníacos que residían en mí. Conseguí controlarlos antes del último día, así que para entonces, ya los había probado en condiciones.

Al terminar el entrenamiento el último día, -éste fue en el gimnasio de casa, dado que fue mucho más táctico que los anteriores,- subimos ambos a la habitación y, después de ducharme yo, mientras lo hacía él, decidí probarme mi nueva lencería, dado que aún no me había dado tiempo. Me quedaba como un guante, y los combiné con unas medias hasta medio muslo para ver cómo quedaba todo en conjunto. Hasta yo me sentía diferente.

Me estaba observando en los espejos del gran armario cuando vi a Axel salir del baño y mirarme. Me giré sobre mí misma. "Maldita sea, ni siquiera me dio tiempo a cambiarme, este hombre es demasiado rápido".

-¿Pero qué coño...? -Su cara era un cuadro, y la mia, un tomate.
-Ups...
Me había pillado por sorpresa de esa guisa, con el picardías, el culotte, y las medias. Ya le faltaba poco por ver.

-¿Mizu... Por qué...? -Me señaló la lencería, boqueando ligeramente.
-Era una sorpresa, lo juro.

En ese mismo instante Axel se lanzó hacia mí, tan rápido como un rayo, y le tenía pegado a mí, besándome con dulzura mientras me conducía a la cama y me dejaba en ésta suavemente, con delicadeza. Sus manos acariciaban todo mi cuerpo sin separarse de mis labios. A tientas, consiguió desnudarme, así como yo a él, aunque Axel tan sólo llevaba una toalla enroscada a la cintura. Nuestros besos y caricias nos llevaron lejos, muy lejos, mientras nos fundíamos lentamente en uno, como si realmente lo fuésemos.

Suspiré profundamente sobre su pecho una vez calmado el torrente de pasión. Estaba relajada, y sólo me tapaba la sábana. Mañana iríamos en busca de Soneillon, y no sabía lo que iba a suceder. Quizá Axel y yo no nos volviésemos a ver. Podía pasar cualquier cosa.
Hicimos tiempo hasta que cayó la noche, haciendo cosas varias. Axel jugaba al billar mientras que yo, desde un rincón de la sala, le dibujaba pacientemente.

Al fin cayó la noche, cenamos algo ligero, y nos fuimos a "dormir" a nuestra manera, a descansar para el gran día. Era mi debut y esperaba conseguir ayudar.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Al despertar, Axel ya estaba vestido y preparado, y estaba recostado en la cama,cigarro en mano. En la otra, tenía una funda, mejor dicho una pequeña vaina, de la que sobresalía una empuñadura con una pequeña cabeza de dragón, haciendo que los brazos fuese unas hermosas alas estiradas de plata. Me preparé y comenzamos nuestro viaje.

El coche me parecía más grande de lo que realmente era, y la carretera me era demasiado serpenteante. Los nervios se me agarraban al estómago y la garganta, pero no se lo dije a Axel. Tenía miedo de que me dejase en casa esperando.
Tragué saliva ruidosamente, y me atreví a hablar, con la voz más firme que me era posible fingir.

-Y... ¿dónde dices que está Soneillon?
-¿Recuerdas al demonio con el cual conversé mientras ultimabas tus compras?
-Como para no...
-Bien. Acordamos que, en el transcurso de una semana, él estaría con Soneillon, o al menos cerca de él para no ser descubierto. Ahora mismo estoy siguiendo su rastro.
-¡Genial! -Grité entusiasmada. Se me habían pasado los nervios de golpe, siendo sustituidos por adrenalina.- ¿Y dónde está ese tío?
Se quedó pensativo un momento y, de pronto, pegó un volantazo, corriendo por tierra con el coche.- ¡Por allí!

Me agarré a lo que pude, bastante sorprendida por el volantazo.
-¿Y no había una carretera que llevase hasta allí...?
-No, -dijo, negando con la cabeza,- porque vamos allí. -Me señaló un castillo, aparentemente en ruinas, el cual, pasando por un pasadizo, estaba acomodado como un castillo.
-Vaya... -Me quedé boquiabierta ante tal belleza.- ¿Esa es la casa de Soneillon?

Bajamos del coche y asintió a mi pregunta, poniéndome un dedo en los labios. Al parecer, no era momento de hablar. Al llegar al último callejón, nos escondimos para no darnos de bruces con él, a tiempo de escuchar una interesante conversación.

-¿Se sabe algo de la mestiza? -Era una voz grave, y con cierto desprecio en la voz.
-No, logró escapar, se desconoce su paradero.

En ese momento, Axel se sacó una estaca metálica del bajo de su pantalón y la lanzó a una gran velocidad, clavándola en el demonio que hablaba con Soneillon, reduciéndole a cenizas.
Axel, antes de salir de nuestro escondrijo, me pidió por señas que me quedase allí. Asentí y salió, enfrentándose cara a cara con el demonio, al que no pareció sorprenderle la visita.

-Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? ¿Quién eres y quién te envía?
-Vengo por cuenta propia, Soneillon, y creo que tenemos algo de que hablar. No hay necesidad de pelear si obtengo la información que necesito.
-Cada información tiene un precio. Dime qué quieres saber, y quizá negociemos...
-¿Precio? Agradece que te dejaré respirar... ¿Quién te envía a por la híbrida?
El demonio carcajeó con todas sus fuerzas, haciendo que resonase por todo el pasadizo, dejándome muerta de miedo.
-Entrégame a la mestiza y te diré quién la busca.
-Créeme, podría averiguarlo sin necesidad de preguntarte. ¿Te gusta apostar?
-Vaya, vaya. Te gusta jugar, ¿eh? ¿Qué quieres apostar?
-Apostaré a que consigo saber lo que quiero en menos de diez segundos, y en menos de veinte estarás muerto. ¿Qué te parece?
El demonio volvió a carcajear, más fuerte aún.
-No sólo pretendes saber eso, ¿verdad? -Entrecerró los ojos, como analizándole.- Confiesa.
-¿Tienes miedo de que mi apuesta se cumpla, marica? -Axel se rió, con intencióm de humillarle.
-No, yo ya no tengo miedo de nada... -Rió leve.- Pero tú sí deberías temer lo que te espera después de matarme. Todo contra lo que has estado luchando no servirá de nada.
-Eso ya lo veremos.- Sus ojos destellaron, hurgando en los recuerdos de Soneillon. Le sujetó y me gritó:- ¡Mizuki, ahora!
Salí del callejón corriendo, cogí la daga que Axel me había regalado esa mañana, cargándola de mi energía, y la lancé, clavándola directamente en su pecho, dejándole hecho un montón de cenizas.
-Vaya... He matado mi primer demonio... -Limpié la daga y la guardé en su funda.- Axel... ¿Eso no es una espada demoníaca?
-Ahora lo veremos... -La cogió y la clavó en lo que quedaba de Soneillon. Parecía sangrar, así que Axel cogió la funda, atándosela a la espalda, y se la guardó.- Eso parece.Ya tengo un nuevo juguete.- Sonrió triunfal y alzó la palma para que la chocase. Lo hice y me di la vuelta.
-¿Viste algo?
-¿A qué te refieres?
-Hurgaste en sus recuerdos, ví brillar tus ojos.
-Oh, sí. Mastema es el próximo objetivo.
-¿Mastema? Vaya por Dios, menudos nombrecitos...
-No lo hubiese matado si no hubiese tenido más pistas, pero... -Toqueteó la espada y la blandió. Parecía un niño con un juguete nuevo. Entre el filo y la empuñadura había una brillante calavera, y cuando Axel la empuñaba, toda la espalda brillaba roja como el fuego.
-Creo... que no. Jamás vi las de mis padres... -Agaché la cabeza, torciendo el gesto.
-No todos las poseen, y probablemente tus padres fueron asesinados con estas armas.
-Mis padres... escondieron las suyas, allí donde empezó su arcoiris. -De repente caí en la cuenta.- Axel... Mis padres se conocieron aquí. ¿Y si las espadas...?
-¿Qué quieres decir?
-A ver, su arcoiris, es decir, su felicidad, empezó al conocerse. ¿Y si sus espadas están escondidas en algún rincón de Italia?
-No lo sé, Mizuki, lo que está claro es que las espadas no desaparecen tras la muerte de su dueño, así que, o están en posesión de sus asesinos, o están escondidas. De todos modos, no sabes por dónde empezar, no tienes ningún dato...
-Llamaré a Rose, es así de fácil. Ella sabía todo acerca de mis padres...
-¿Todo? ¿Acaso ella es...?
-No, no... -Negué con la cabeza.- Ella es completamente humana. Pero... mis padres les dejaron a ella y a Henry una carta, en la que al parecer, les decían que, si a ellos les pasaba algo, cuidasen de mí, y... había unas hojas con unos datos, lugares y fechas. Quizá lo pusieron por algo...
-No lo sé, pero eso implicaría volver, y no pienso hacerlo.
Me quedé pensativa unos instantes.
-Los documentos están en Italia, Axel. Los traje con las cosas que metí en la bolsa. Este lugar no creo que sea muy seguro para hablar de su paradero. Vamos, te lo contaré por el camino.
-De acuerdo. -Caminamos hasta el coche y, una vez dentro, me preguntó.- Tú has visto sangrar a Soneillon, ¿verdad?
-Sí... Aunque fue raro, porque era un montón de polvo.
-Cierto, pero ahí quería llegar para explicarte el por qué. Verás, tu daga es una daga normal,un simple revestimiento de acero. Una muerte "normal" les hace volver al infierno, una vez allí desconozco lo que pasa. Pero al morir con una espada de éstas, el hecho de que sangren significará que ya no estarán más en este mundo y que, en algún lugar, hay un nuevo demonio engendrándose para conservar el equilibrio.
-¿Eso no pasaba sólo si moría con la espada de un ángel?
-Cualquiera de las dos vale. Es decir, la de un ángel sería lo más lógico, ya que están enemistados, pero si un demonio muere con una espada de su mismo bando, es como dejar tu huella. Es decir... -frenó el coche en seco.- Tu padre fue matado por otro demonio, ¿verdad?
-Sí...
-Su asesino dejó una "estela" en su cadáver. Podríamos llegar de forma fácil al asesino si pudiera... -agachó la cabeza, ciertamente entristecido,- ver a tu padre.
-¿Verle? ¿Cómo? No será más que un montón de huesos...
-Más que suficiente, pero, si no quieres, es algo normal, Mizuki... Lo entiendo perfectamente.
-No, no es que no quiera, es que... es duro... Habrá que abrir la tumba, ¿verdad?
Asintió levemente.
-Por eso lo digo. Quizá no creas que sea lo mejor...
-Si es necesario para encontrar a su asesino, lo haremos.
De pronto pareció caer en la cuenta de algo.
-No es necesario abrir la tumba.
-¿Cómo lo harás, entonces?
-Es raro de explicar. ¿Logrará entenderlo?
-Claro. No soy tonta, puedo comprenderlo.
-Verás. Tu padre comprende el mismo ADN que tú, de modo que, si tomo una parte de tu sangre, puedo "entrar" al vínculo sanguíneo con tu padre y averiguar quién le mató.

El resto del camino, le expliqué qué datos había en esos folios, y dónde estaban. Era un libro falso, hueco por dentro, en que los guardaba. Llegamos a casa, al fin, después de ese duro día, y dedicamos el resto del tiempo a jugar al billar, y, como siempre, perdía una tras otra, pero me daba igual, porque al fin estaba con él.

martes, 25 de septiembre de 2012

Capítulo 9: El primer entrenamiento.

-Mizuki, arriba.
Me desperecé apretando los ojos con fuerza. Al abrirlos, vi a Axel a mi lado. Estaba completamente serio.
-Buenos días, eh...
-¿Estás lista? -Continuaba serio. Muy serio.
-Claro... ¿Por qué estás tan serio? -Pregunté adormilada.
-Porque no hay tiempo que perder, y seré el maestro más inflexible que hayas tenido hasta la fecha. Te esperaré fuera de casa. -Se encendió un cigarro y salió fuera, al jardín.
-Me senté al borde de la cama y me froté los ojos.- Vaya por Dios... -Me levanté, me puse ropa de deporte y salí de la casa, donde él me esperaba.

Axel vestía todo de negro: pantalón de chándal bastante ancho, unas deportivas y una camiseta de tirantes. Toda esa ropa parecía un poco desgastado, como si entrenase todos los días con ella.
-¿Qué nociones tienes de lucha?
-Ehm... Esto... Mis padres murieron cuando tenía cinco años, después, me crié como una simple humana. ¿Qué esperas que sepa?
-De acuerdo. -Se puso en guardia.- Atácame.
-¿Cómo voy a...? -Puse los ojos en blanco y me lancé a darle un puñetazo, el cual paró con facilidad con una sola mano.
Le lancé el otro puño directo al estómago, pero lo esquivó, dando una vuelta completa sobre sí mismo, golpeándome en el gemelo, haciéndome caer sobre la hierba.
-Recupera la posición tras un golpe. Y rápido.
Me levanté sin siquiera sacudirme y le lancé una patada a las costillas. La paró y se acercó a mi oreja.
-Respira con cada golpe. Si pierdes el control de tu respiración, te agotarás pronto, y la pelea se volverá en tu contra.
Asentí soltándome la pierna y le lancé de nuevo un puñetazo poniendo en práctica su consejo. Le costó esquivarlo, de modo que le di de refilón en el hombro.
-No tengas sólo en cuenta los factores externos, piensa que un demonio no va a usar sólo su fuerza para atacarte.
En ese momento, extendí los brazos, apretando los puños. Un aura azul empezó a recubrir mi cuerpo.
-Ni los ángeles tampoco...
Emanó energía roja de su cuerpo con fuerza.
-No me refería a eso, Mizuki.
Mi energía tomo la forma de dos alas, alejándome un poco de él, y empecé a lanzarle bolas de la misma. Esquivó las tres primeras, pero la cuarta le dio de lleno en pleno pecho, tirándole de espaldas varios metros.
-No está nada mal, pero... ¿alguna vez has peleado con tu pasado presente?
-¿Cómo? -Le miré sin comprender, ladeando la cabeza.
-Cada demonio tendrá una habilidad distinta, que normalmente resida en los ojos, y nunca sabrás a lo que te enfrentas. ¿Estás preparada para enfrentarte a los que sea, reitero, lo que sea en tu entrenamiento?
-S-Supongo...
Su energía tomó la forma de dos enormes brazos, cogiéndome por sorpresa y aprisionándome entre las manos con fuerza.
-¿Estás lista para lo peor?
-¡¡No!! -Grité con desesperación.
De repente, Axel me soltó y se dió la vuelta, dirigiéndose de nuevo a casa.
-Entonces no puedo consentir tu presencia. Iré solo.
Corrí hacia él y le cogí por el hombro, haciéndole dar la vuelta.
-Axel, espera... Haré lo que sea con tal de ayudarte.
-¿Lo que sea? ¿Estás segura de tus palabras? -Asentí sin darme tiempo a arrepentirme de ellas.- Perdóname por hacer esto...
Sus ojos brillaron, y, en un segundo, me hizo revivir el fatídico día de la muerte de mis padres, a tiempo para ver a mi padre arrodillado y a mi madre caer sobre la encimera de la cocina, a punto de ser ejecutados. Un grito desesperado se abrió paso por mi garganta, haciéndome caer de rodillas, llorando. De repente oí una voz en mi cabeza, una voz que no era la mía.
-No sirve de nada llorar... Afronta la realidad y sé fuerte a raíz de ello.
-¿Cómo...? -Levanté la cabeza, secando mis lágrimas.
-Mata tus emociones.
-¡Jamás! ¡No quiero ser como un demonio! ¡No quiero!
-Es la única forma de que seas fuerte, Mizuki...
En la habitación se formó la figura de una persona vestida de negro. Era Axel. No sé por qué me estaba haciendo eso.
-No... pienso... ser... lo que no soy...
Mis ojos estaban cambiando de color, se volvían rojos, mientras que mi pelo se tornaba del color del fuego, un rojo completamente vivo, y una furia incontrolada se extendía desde mi pecho. En ese momento, Axel cogió un cuchillo. ¿Iba a matarme? En ese momento no me importaba, la furia se hacía más y más grande.
-¿Prefieres que sea yo quien los remate?
-No puedes... -Carcajeé.- No puedes hacerlo. Esto es sólo un recuerdo...
-¿Ah, no? -Hundió el cuchillo en el pecho de mi padre, dejándolo allí clavado. Éste cayó inerte en el suelo, desangrándose.- ¿Qué me dices ahora?
En ese instante, todo cambió. Me puse en pie, apretando los puños con fuerza. Mi piel comenzó a oscurecerse levemente y unas plumas salían de mis omóplatos, dando forma a un par de alas negras. Me acerqué a él y le cogí del cuello, sosteniéndole unos centímetros sobre el suelo. Al reflejarme en sus ojos, ví que me salían unas marcas negras en los laterales de la cara.
-Basta... -Le solté y caí de rodillas, replegando las alas y volviendo a mi apariencia humana.- ¡Basta!
Axel chasqueó los dedos y volvimos a la realidad, donde me cargó sobre su pecho.
-¿Ves a lo que me refería? Cada demonio utilizará sus métodos, sean sucios o no. ¿Lo entiendes ahora, Mizuki?
-Sí, claro, pero... no vuelvas a hacerlo, ¿vale?
-¿Por qué? ¿Ha sido traumatizante?
-No... -Negué con la cabeza.- Es que si me transformo durante demasiado tiempo, el cambio podría ser irreversible. Es la "maldición" de los mestizos.
Axel se quedó pensativo unos instantes.
-¿Confías en mí?
-Claro...
-Vuelve a transformarte.
Me encogí de hombros y lo hice. Al hacerlo, me dejé llevar de nuevo por la furia y salté a atacarle. En ese momento, Axel me dió un golpe en el vientre, tirándome hacia atrás y haciendo que volviese a ser humana.
-¿Qué has hecho...?
-Vuelve a transformarte, esta vez al límite, como si fuese a ser irreversible.
Volví a transformarme, acelerando el proceso. La piel me ardía en la cara, donde me salieron las marcas. Me miré y, unos segundos después, volví a mi forma humana.
-Vaya. ¿Qué has hecho? -Dije, sonriente.
-Para que me entiendas, he sellado tu parte demoníaca para que puedas usar tus poderes sin perder el control sobre tí misma.
-Genial...
-Subamos a descansar, anda.

Subimos a la habitación y me quedé completamente dormida antes de llegar a caer sobre la cama. Axel se tumbó a mi lado,acariciándome el pelo y besándolo levemente.
-Descansa, pequeña... Ha sido un duro día.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Capítulo 8: Shopping con sorpresa.

-¿Cómo te ha sentado todo lo sucedido tan recientemente, cariño? -Axel posó una mano sobre mi muslo como gesto afectuoso.
-Pues... al haber tenido esa pesadilla, las posibilidades de asimilar toda la información han sido nulas, así que... -abrí los brazos mientras me encogía de hombros.- Tengo la cabeza como un bombo.
-Se te pasará llendo de compras, ya lo verás. -Sonrió tiernamente mirándome.
-Uhm... -Apoyé la cabeza en el asiento del coche, cerrando los ojos relajando la mente.- Es que ha sido tanta información de golpe... -Le apreté levemente la mano que reposaba sobre mi muslo.
-¿Te sobrepasan tantas emociones?
-No sabes cuánto. -Dije en un suspiro.
Axel rió muy levemente.
-Esto es casi diario cuando perteneces a Redención.
-Vaya por Dios... Menos mal que no pertenezco a la organización. -Reí aliviada por ese pensamiento.

Al llegar a la ciudad, parece que a Axel le llamó la atención una tienda, "Raffaello", de modo que aparcó enfrente y salió el primero para abrirme la puerta. Me tendió la mano desde fuera y se reverenció.

-¿Me acompaña, señorita?
Reí leve y le cogí la mano, saliendo del coche.
-Anda, que vaya pintas llevo para ir de compras... -Aún llevaba los vaqueros y las deportivas.
-Hum... -Axel dio un par de vueltas a mi alrededor y, al parecer, cayó en la cuenta de algo.- ¡Ya sé lo que te falta!
-Ya, y yo también. Un cuerpo nuevo. -Dije riendo.
-No, ya en serio. ¿Sabes lo que te falta?
-¿El qué?
Empezó a rebuscar en su bolsillo y se acercó a mi, metiéndome algo en el bolsillo trasero del vaquero.
-El secreto está en tu culito. -Me guiñó un ojo y sonrió.
-¿Huh? -Metí la mano en el bolsillo y saqué un fajo de billetes de 500. Había como unos 30.000€ más o menos.- ¡Hala! ¿No era mejor pagar en efectivo?
Se adelantó a abrirme la puerta de la tienda, dejándome pasar, y negó con la cabeza.
-No, ¿sabes por qué? -Me señaló al fondo de la tienda, a un dependiente en concreto.- ¿Ves al escuálido mostachudo de ahí? Cuando vayas a pagar, sea cual sea la cantidad, dale más y dile "Quédate con el cambio". Ver su cara de deficiente mental es algo digno de ver. -Rió divertido.
Yo eché a reír con él y empecé a mirar por toda la tienda. Se veía que era una tienda cara, lujosa, donde pocos tenían el privilegio de poder comprar incluso lo más barato. Enseguida vi una camiseta, de un solo hombro, azul clara. Me la puse sobre el torso y me giré hacia Axel.

-¿Cómo me sienta el azul?
Axel negó de nuevo con la cabeza y se giró, sacando una prenda de las perchas que había tras él. Al girarse, me mostró un vestido blanco, de un solo hombro también, corto hasta las rodillas, más o menos, con un broche su único tirante de una rosa blanca. Mis ojos empezaron a brillar y dejé la camiseta en su sitio.
-Es... precioso, Axel. -Cogí el vestido, dándole un ligero beso en los labios, y pasé al probador.

Al dejarlo colgando para quitarme mi ropa, se dejó ver la etiqueta. "¿¡5.000€!? ¿Cuánto piensa dejarse en mí este hombre?", pensé alarmada. Por fin me quité hasta los calcetines y me puse el vestido. Era de mi talla, perfecto, y resaltaba mis ojos y el color de mi pelo. Abrí la cortina y salí a la moqueta del pasillo, donde Axel me esperaba. Le hice un pequeño paseíllo de modelos y me paré frente a él, sonriendo.

-¿Y bien?
Estaba con la boca abierta, la mandíbula colgando, sólo faltaba que se le cayese la baba.
-Estás... es-estupenda.

Axel llamó la atención del señor del mostacho y éste se acercó, sonriendo de forma extraña bajo ese bigote tan hortera, mirándonos con superioridad, como si no fuésemos nadie.

-Dígame, caballero.
-Verá... -Dijo Axel, cortante. Se sacó algunos billetes del bolsillo y se los extendió delante de la cara, aunque mejor dicho delante del mostacho, y le miró algo divertido.- Hemos venido a dejarnos bastante dinero en ésta tienda, de modo que nos gustaría que nos diera un buen trato. -Me guiñó el ojo, divertido.- En otras palabras, nos gusta que nos regalen los oídos.
-Entiendo... -Dijo despacio, intentando cuidar cada palabra. Miró a Axel de arriba a abajo, como analizándolo. Me estaba divirtiendo bastante.- El señor tiene una buena planta, le sentaría de maravilla un Armani, o un Vitorio&Luchino, si me permite el asesoramiento.
Axel puso los ojos en blanco y no pude evitar soltar una leve risa, casi un suspiro.
-A mí no, a ELLA. -Dijo, intentando aparentar exasperación.
-Oh, disculpe mi mal entendimiento... -Me miró con una ceja alzada.- Ese Gucci le sienta como un guante, donna.
-Gracias... Nos lo llevaremos. -Exclamé al fin.
Axel se acercó a él y le metió un billete en el bolsillo del pecho.
-Si me permite un consejo... Si se afeitase ese bigote, ganaría mucho en imagen.

Cuando volví a cambiarme, nos dirigimos a la caja de la mano, ligeramente divertidos.

-Son 5.000€, señorita. -Anunció Mr.Mostacho.
Saqué once billetes de los que antes me había dado Axel. Iban 500€ de más, y le dije, casi susurrando.
-Quédese con el cambio.
-G-Gracias... -Su cara era un espectáculo.- Qu-Qu-Que pasen un b-b-buen día...

Si llegamos a tardar unos segundos más en salir, Axel se hubiese reído en la cara del pobre hombre. Podía imaginar la escena: Axel rompiendo a reír, salpicando de saliva ese enorme bigotón, dejándole con cara de asco.

Axel me llevó al siguiente destino: "Piú Bella", una zapatería. Al entrar, vi un par de zapatos blancos, muy sencillos, de terciopelo. Eran perfectos para el vestido que acababa de comprarme. Al darme la vuelta para enseñárselos, le ví mirando una tienda de ropa barata al otro lado de la calle.

-¿Puedo...? -Me dijo con cara de pena.
-¿Esperas a que me los pruebe y vamos, cariño?
Asintió satisfecho y se sentó a mi lado, esperando pacientemente a que me probase los zapatos. Me levanté y di un par de pasos, mirándole. Observé su gesto de aprobación y me los quité, dispuesta a pagarlos.

-Te espero fuera, ¿vale?
-Vale, ahora voy.

Pagué los zapatos y cogí la bolsa, saliendo por la puerta. Axel estaba de espaldas y murmuró algo, pensando que nadie le oía.

-Ni siquiera yo soy capaz de comprender la suerte que he tenido al encontrarla...
-¿Axel...? -Sus palabras me habían llegado al corazón como un soplo de vida. De repente se giró sobre sí mismo, claramente sorprendido.
-¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-El suficiente. -Me eché a sus brazos, hundiendo la cara en su pecho.- Nunca me había sentido tan querida...
Me rodeó dulcemente con sus brazos, acariciándome el pelo.
-Sólo te trato como mereces, Mizuki...

Nos dirigimos a la tienda y le entró por los ojos una camiseta con varios tonos de rojo, con un estampado como si estuviese rasgada. Se la probó, dando un par de vueltas sobre sí mismo, mirándose.

-Me gusta... Me llevaré veinte.
-¿¡Veinte!? -dije, abriendo los ojos como platos.- ¿Para qué tantas?
-Porque, con mi trabajo, a saber si no se rompe antes de mañana.
-Cierto... -torcí el gesto. Había olvidado a lo que se dedicaba.

Tras pagar la caja con las veinte camisetas, nos acercamos a dejar las bolsas y la caja en el coche.

-¿Necesitas hacer alguna parada de última hora?
Miré a mi alrededor y divisé una tienda de lencería.
-Sí, pero ésta la haré sola. ¿Me esperas aquí?
-Claro... -besó mi frente con suavidad.- Aquí te espero.

Al girar la cabeza antes de entrar a la tienda, vi a Axel hablando con alguien. Supuse que sería algún ciudadano aburrido y entré. Me llevé algún que otro conjunto al probador, aunque sólo me probé los sujetadores, obviamente. Me llevé uno rojo, con una piedrecita brillante en medio, otro negro liso, y uno morado con encaje en las copas. Al salir del probador, me topé de frente con un picardías. Era negro, corto, hasta las caderas más o menos y era semi transparente. Se abría justo bajo el pecho, de modo que dejaba el vientre al descubierto. Iba a conjunto con un culotte de encaje negro, con un lazo de seda negra en un lateral de la zona frontal. Lo cogí sin pensármelo dos veces, sin probármelo siquiera, y pagué todo.

Al salir de la tienda, llamé la atención de Axel, metí la bolsa en el maletero y me subí al coche, desde el que vi que con quien Axel hablaba, hacía una mueca de dolor, y éste entró en el coche.

-¿Quién era?
-Un demonio, y al parecer simpático. -Soltó una leve carcajada.
-¿Y qué te dijo?
-Sé cómo llegar hasta Soneillon. -Dijo, sonriendo triunfal.
-Vaya, qué rapidez. ¿Cómo lo has conseguido?
-¿Viste su mueca de dolor cuando nos despedimos? -En ese momento asentí.- Verás, mi energía puede tomar la forma de una aguja, y una vez que la inserto dentro de alguien, me es fácil seguirlo. Total, sigo mi propio rastro. Por eso destaqué tanto en Redención.
-Genial, así nos será más fácil.
-Mizuki... Me gustaría ir sólo.
Me volví hacia él con la esperanza de que estuviese bromeando, pero no era así.
-¿Pero por qué?
-Porque no quiero ponerte en peligro, y tengo que zanjar mis propios asuntos. Ese demonio dijo que escuchó mi nombre entre dos demonios mayores, y eso no da margen de error. Algo se cuece.
-Ya, pero... pero...
-¿Pero?
-Yo te quiero ayudar...
-Pero no estás instruida para luchar, y una pelea con demonios mayores no es tan sencilla como lo que viste en la carretera.
-Pues instrúyeme.
Axel me miró un segundo y volvó a fijar la vista en la carretera.
-¿Aprendes rápido?
-Me enseñaron a ello.
-Disponemos de una semana para enseñarte. Si en ese tiempo has aprendido lo suficiente, dejaré que vengas conmigo, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.

Sonreí y llegamos a casa tras unos minutos, donde sacamos todas las bolsas, aunque cogí primero la de la lencería para que no lo viese, quería sorprenderle. Al subir a la habitación, Axel se tumbó en la cama y yo me metí a la ducha para despejarme de todo lo que había pasado ese día.

Capítulo 7: Una mirada atrás.

"Soy un cazador de demonios". Sacudí la cabeza varias veces, intentando sacar esas palabras de mi cabeza. No podía ser cierto, y si lo era, no sé qué sería de mí. Estaba en shock, no sabía qué decir ni qué hacer en estos casos, a mi madre no le había dado tiempo a enseñarme nada de eso antes de que muriese. Miré a Axel con cara de pánico, con los ojos centelleando verdes, refulgiendo, excesivamente abiertos. Él suspiró y me puso una mano en la pierna.

-¿Recuerdas cuando te conté que fui abandonado en un orfanato?
Asentí. incrédula aún. Suspiró de nuevo y apoyó la cabeza en el asiento, como preparándose para soltar una buena retahíla.
-Ese orfanato fue fundado por una organización, Redención. Al parecer, desde que nací, mi velocidad, reflejos y fuerza superaban a lo de cualquiera allí presente. Así que me confiaron la posibilidad de adiestrarme a cambio de un dinero extra, y podría saber lo poco que fuera de mí. Todo cuanto sabían es que el dinero provenía de Italia.
-¿Y ya está? Entonces no te dijeron nada nuevo, ¿no? Es decir, eso podías averiguarlo tú pidiendo información de los extractos del banco.
-Pagan demasiado bien, y me moría de ganas por probar mis habilidades. -Rió leve y se echó una mano a la nuca.
-¿Y a qué se dedicaba o se dedica esa organización que te instruyó? -Al contrario que Axel, yo estaba completamente seria. Si era un cazador de demonios, cabía el 50% de posibilidades de que me matase.
-Depende del demonio encontrado.
-¿Cómo que depende del demonio encontrado?
-Exacto, si se trata de un demonio menor, mi obligación es interrogarlo. por las buenas o por las malas, para  encontrar a uno mayor, y después de conseguir la información que quiero, obviamente lo dejo vivir para que me sirva más tarde.
-Pero corres el riesgo de que vaya con el cuento a los mayores dejándole vivo.
-Eso es lo que realmente me beneficia. No me hace falta buscar a su señor, al irle con el cuento, él solito viene a mí. La instrucción hizo buena cuenta de mí.
-Mierda, me he desviado del tema. -Sacudí la cabeza.- ¿Vas a matarme por tener sangre demoníaca?
-Si así fuese, no te hubiese traído de viaje, ¿no crees? Además, ya te dije que no sigo las normas muy a menudo.
-¿Y si te ven conmigo qué pasará?
-Ninguno de tus rasgos te delata, realmente. Y si lo averiguan, probablemente pensarán que te estoy engatusando para que me des información y luego poder matarte en un lugar más recogido. De todos modos... para ser una híbrida, tus comportamientos son bastante humanos. No es por hurgar en la herida, pero... -me miró torciendo el gesto. Sabía que lo que iba a decir podía doler, pero no parecía importarnos a ninguno de los dos.- ¿Te quedaste huérfana siendo muy pequeña, verdad?
En ese momento, agaché la cabeza con el semblante triste. Ni un día de mi existencia me había olvidado de lo que ocurrió aquella noche, a pesar de que fuese tan pequeña.- Tenía cinco años... Un hombre llamó a la puerta, y al decir su nombre, mi madre corrió a esconderme en un armario y me dijo que no hiciese ruido, pero se dejó una rendija abierta, con lo que escuché todo. Al parecer, mi padre y este tipo eran muy "amigos", dentro del significado de la amistad para un demonio. Ese hombre le dijo que les había traicionado, y que debía morir por ello. Pocos segundos después, vino otro hombre, pero esta vez del bando de los ángeles. Éste directamente se llevó a mi madre a otro lugar de la casa y allí la ejecutó, muy a nuestro pesar. Oí un grito de mi padre justo al morir. Esa noche, me dormí llorando en el armario, y cuando desperté, estaba en casa de la mejor amiga de mi madre, Rose, la cual me crió como a una hija hasta mi mayoría de edad.

Nos mantuvimos callados unos minutos, cada uno pensando en sus cosas. Al final, Axel rompió el silencio.

-Mizuki... Hay un motivo por el cuál quiero averguar quién soy. Tú has compartido tu pasado, y yo quiero compartirte el mio.
Me giré en mi asiento, escuchándole atentamente. Imaginaba que iba para largo.
-Verás... ¿Recuerdas que te dije que destaba en fuerza, agilidad y velocidad sobre el resto? -Asentí para que continuase.- Veamos... Seguro que lo entiendes mejor con un ejemplo práctico. Dime un momento feliz que recuerdes.
Pensé unos segundos y lo reviví en mi mente.
-Cuando mi madre me decía cosas de pequeña, cuando me contaba historias sobre ángeles.
-Extiende las manos y mírame a los ojos.

Cuando lo hice, se apartó el flequillo de los ojos y éstos empezaron a brillar de una manera extraña. De repente, estábamos en una casa, al parecer bastante antigua. Al mirar a mi alrededor, la reconocí perfectamente. Estábamos en la habitación de la casa que compartía con mis padres de pequeña. Tenía una cama con un cabecero de madera rojiza, y las sábanas eran azules, con ositos dibujados. Era mi cama. Había algunos juguetes por el suelo y un cajón con otros tantos amontonados. Cerca de la ventana, la única de la habitación, se encontraba una cómoda de la misma madera que el cabecero de la cama.

-Asómate a la ventana. Te dejaré algo de intimidad. -Axel se dió la vuelta y se sentó en la cama, encendiéndose un cigarrillo.

Me asomé a la ventana, y no podía creer lo que estaba viendo. En un viejo banco verde de madera, se encontraba sentada una mujer, de cabellos dorados, con una niña en su regazo. Los rojizos mechones caían por su redonda carita e iluminaban sus ojos verdes. Éramos mi madre y yo. A pesar de que estuviésemos en una habitación cerrada, podía escuchar su melodiosa voz como si estuviera a su lado.

-¿Sabes, Mizuki? Algún día tendrás que volar, y buscar tu felicidad. Cuando quieras conseguirla, tan sólo debes ir más allá del arcoiris...

Mis manos se pegaron al cristal, como si pretendiese romperlo para saltar junto a ella, pero en ese momento, Axel chasqueó los dedos y volvimos a la realidad, al avión. Me había quedado con las manos en alto y las lágrimas rodaban solas por mis mejillas.

-Mamá... -susurré con un hilo de voz.
-Tranquila, estoy aquí, ¿vale? -Axel me acogió entre sus brazos y me dejé llevar, relajándome en la curvatura entre su cuello y su hombro.- Te ayudaré a conseguir tu felicidad, como te decía tu madre. Se arrodilló delante mía y me cogió la cara entre las manos, secando mis lágrimas con los pulgares.

-¿Estás mejor?
Asentí más tranquila. Se estaba mejor teniendo alguien con quien compartirlo todo. Había estado demasiado tiempo tragándome mi dolor. Si no era humano, ¿qué podía ser?

-Y, ¿qué más puedes hacer?
-¿Recuerdas cuando viste ese aura roja que me recubría?
-Claro. Casi me matas por haberla visto. -Me atreví a bromear.
-Verás... -Se levantó, poniéndose frente a mí. Cerró los ojos y esa energía volvió a brotar, pero esta vez tomó la forma de unos enormes brazos, y en las manos, los pulgares estaban levantados.- Ya está.
-Vaya, si no fueses cazador de demonios, diría que eres uno de ellos.
Su semblante se tornó serio y la energía desapareció.
-Es algo que odio bastante. Los demonios, digo...
-Lo siento... -Agaché la cabeza avergonzada.
-No, tranquila, supongo que no lo sabías.

En ese mismo instante, avisaron por megafonía de que estábamos a punto de llegar a nuestro destino. Axel se levantó, tendiéndome una mano.

-¿Vamos al coche?
-Claro. -Asentí y cogí su mano para levantarme.

La rampa de descarga bajó y nosotros volvimos a tierra firme. A los pocos minutos, conducía por una carretera rodeada de campo, me señaló hacia mi derecha. En medio del campo había una gran casa roja.

-¿La ves? Allí es donde nos alojaremos.
-Tu amigo tiene una casa muy grande...
-¿Mi amigo? -Rió y negó con la cabeza.- Es mía, tengo casas en varios países, por si acaso.
-Pero me dijiste que nos alojaría un amigo tuyo.
-Él sólo se encarga de los asuntos aquí a cambio de que lleve el mantenimiento de la casa. Es un miembro de la organización, también.

Llegamos frente a la casa al fin, pero Axel no bajó del coche.

-Sube y descansa, yo voy a ir a dar una vuelta andando por el centro.

Asentí y bajé del Chevrolet, poniéndome algo tensa. La fachada de la casa, efectivamente, era roja, y las puertas y ventanas eran blancas. Toqué un par de veces la puerta y me abrió un muchacho, no mucho mayor que Axel, rubio y con el pelo de punta. Sus ojos, de un color miel, se clavaron en mí. Sonrió de medio lado y me ofreció entrar.

-Tu debes de ser... Mizuki, ¿verdad?
-Vaya, veo que te han hablado de mí. -Me sonrojé y le tendí la mano, sonriendo.- Mizuki Spark.
Me estrechó la mano e hizo una pequeña inclinación con la cabeza.
-Alessandro Marchetti, un placer. Si quieres instalarte, te recomiendo la habitación de Axel, es la mejor, obviamente. Es la puerta frente a la escalera según subes.
-Gracias, Alessandro.
-Llámame Less.

Asentí y subí las escaleras, algo temblorosa. Las paredes externas a las habitaciones estaban pintadas de un color azúl celeste, muy claro, y las puertas eran de una madera de tono medio, parecía roble, bien barnizadas. Entré a la habitación que me había indicado Alessandro, aunque, para mi sorpresa, eran puertas dobles correderas. Al entrar, me embargó un olor a vainilla, suave. Me recordaba a mi madre, olía igual que su perfume. Cerré las puetras tras de mí y miré a mi alrededor. Las paredes eran blancas, completamente, y los muebles tenían el mismo color que las puertas. No había mucho: Una cama de matrimonio, bastante cómoda al parecer, una cómoda, y un gran armario, de esos de cuatro puertas, una estantería, y había una puerta, abierta, que daba a un pequeño cuarto de baño. O al menos parecía pequeño desde fuera, porque al entrar descubrí que era enorme. Tenía una ducha hidromasaje, una bañera de esas de burbujas, y un inodoro. Salí del baño y miré de nuevo la habitación.

Mientras colocaba mis libros en la estantería, comencé a cavilar sobre todo lo que había descubierto sobre Axel. Por mucho que lo odiase, cabía la posibilidad de que una parte de él, o incluso todos sus genes, fuesen demoníacos. Esa energía sólo la había visto en una persona en toda mi vida: mi padre. Coloqué la ropa en el armario, y las fotos sobre la cómoda, y me desplomé en la cama, quedando absolutamente dormida. No me era necesario, lo sé, pero a veces me ayudaba a asimilar mucha información recibida de golpe.

De pronto, me encontré en el salón de una casa. Me resultaba familiar. Al darme la vuelta, ví a dos hombres, uno de ellos, de pelo largo y moreno, con una buena musculatura, estaba de pie, callado, escuchando al otro hombre, que le hablaba de una traición a los suyos. Ese mismo hombre, el cual veía como una sombra de ojos rojos, empujaba al hombre moreno, haciendo que quedase en el suelo, sentado. Alzó una espada sobre su cabeza y le atravesó el pecho, cayendo inerte sobre el suelo, empezando a bañarse en un charco de sangre. Me vi transportada a otra habitación, una cocina, a tiempo de ver una melena dorada caer sobre la encimera, salpicándolo todo, tiñéndolo de rojo. Un grito se abrió paso por mi garganta, era un grito desesperado, inquieto...

-¡Mizuki! ¡Despierta, pequeña!
Axel. Me abracé a él con fuerza.Tenía los ojos y la cara empapados por mis lágrimas. Me acarició el pelo con suavidad y susurró:

-Estoy aquí, pequeña... ¿Estás bien? ¿Qué soñabas?

Tragué saliva, tenía la garganta tan seca que me daba la impresión de no poder hablar. Le conté mi sueño, tranquilamente, con lágrimas aún en los ojos.

-Eran mis padres, Axel... Y lo peor es que el sueño se me repite en ciertas ocasiones, no sé por qué... -Me fijé en su camiseta. Estaba encharcada de sangre y medio rota. Me llevé las manos a la boca y le señalé.- ¿¡Qué te ha pasado!? ¿¡Estás bien!?
-Pronto lo estaré, tranquila. -Fue a tumbarse en la cama, pero le puse una mano en la espalda y le levanté.
-¿Dónde te crees que vas? No vas a tumbarte en la cama así... -Señalé su camiseta ensangrentada.- Quítatela, vamos.
Se quitó la camiseta con una pequeña sonrisa en los labios y se dejó caer en la cama.

Un rato después, ambos nos levantamos. Se desperezó y buscó otra camiseta.

-Creo que iré de caza. ¿Vienes?
-No, creo que iré a comprarme algo de ropa... ¿Podrías acercarme al centro? -Le miré con ojitos de cordero.
-Está bien, no me mires con cara de angelito.

Bajamos y subimos al coche. Íbamos hablando de varias cosas por el camino.

-¿De quién era la sangre que...?
-De un demonio. Fui a por información al registro civil. Lo primero que me dijo el que estaba allí es que tenía que consultar al encargado. El "encargado" era un demonio. Lo único que me dijo antes de verme forzado a matarle es que "Todo está por comenzar".
-Vaya... -De pronto, Axel frenó en seco.
-Espera en el coche. -Me ordenó. Salió del coche y comenzó  forcejear con un tipo. Desconocía de dónde había salido, pero, por la forma de mirarle que tenía Axel no daba muy buena espina. Mi ventanilla estaba abierta, así que pude oírlo todo.

-¿Qué es lo que quieres? -Le espetó Axel.
-Ella... -El individuo miró dentro del coche y luego de nuevo a Axel.- Me envían a por ella. ¿Quién eres tú? ¿Por qué me obstaculizas el camino? La he tenido que seguir desde muy lejos...
-¿Conoces algo acerca de Axel Ray?
-¿Axel Ray? No, sólo me suena un Axel, pero sólo de pasada... -Miró a Axel con furia.- ¡No me distraigas! Sal de mi camino y dámela. -En ese momento, Axel le dió una patada en la rodilla, partiéndosela.
-Habla de Axel y dime quién te envía y tal vez te la dé.
-Axel sólo me suena de una coversación entre dos de los mayores. Oí algunas palabras sueltas, cicatriz, poder, y... y.. y... ¡orfanato! Eso es, orfanato... No puedo decirte quién me envía, me mataría...
-Morirás ahora mismo si no lo sueltas. -Esta vez le rompió el codo, aprisionando su nuez contra el capó.
-¡Sonneillon! -Dijo, en un grito ahogado.- Sonneillon me envió.
-Tienes suerte... -Dijo Axel, aflojando.
-¿Suerte por qué?
-Porque hoy estoy de humor, así que haré que tu muerte dure menos de dos segundos. -Se carcajeó y el demonio al que torturaba se encogió de terror.- Vete al infierno y manda recuerdos de mi parte. -En un segundo, le separó la cabeza del cuerpo.
Observé cómo se convertía en cenizas y se volaba con el viento. Cuando Axel volvió a subir al coche, yo estaba algo pálida.
-¿Demasiado impactante para ti?
-Un poco...

Por el camino fué contándome lo que le había sonsacado al demonio.

-Ahora entiendo lo de "Todo está por comenzar..."

sábado, 22 de septiembre de 2012

Capítulo 6: Sincerización.

Lo que había llamado mi atención había sido un extraño brillo rojo, con lo que levanté la cabeza para buscar el origen de ese brillo, y mi sorpresa fue bastante confusa: El brillo procedía del mismo cuerpo de Axel, que estaba tumbado sobre su cama, completamente estirado, como si no le importase que yo viese aquello. Tragué saliva bruscamente.

-Axel... estás... ¿brillando?

En una fracción de segundo me tiró a la cama, inmovilizándome poniéndose sobre mí y sujetando mis muñecas con fuerzas. Su cara había cambiado totalmente. El semblante entristecido que había visto un rato atrás no estaba, en su lugar había unos ojos enfurecidos, más rojos que nunca, y unos labios fruncidos, en señal de agresividad. Le tenía a unos milímetros de mi cara y esa mirada me producía pavor.

-Un humano normal no puede ver mi energía, lo que significa que tú no eres humana. ¿¡Qué eres!? ¡¡Habla!!
Me retorcí un poco, cerrando los ojos con fuerza.
-Soy una mestiza...
-¿¡Una mestiza de qué!? Más te vale hablar, porque si no me encargaré yo de callarte.
-¿Me vas a matar...?
-Si no hablas, seguramente.
-Soy mestiza de ángeles y demonios. -Retorcí las muñecas bajo sus manos.- Soy de ambas razas y de ninguna a la vez. Nadie me quiere en su bando por temor a la traición de la sangre.

Igual de rápido que me inmovilizó, se dió un espaldarazo con la pared de enfrente, con los ojos desmesuradamente abiertos, -aunque solo se le viese uno-, y la mandíbula casi desencajada.

-¿Pero qué coño...?
Me incorporé, quedando sentada en la cama con las piernas estiradas.
-¿Qué ocurre, Axel...?
-Q-Q-Que siempre he visto ángeles y demonios, pero nunca un mestizo.
-¿Nunca? Pues aquí me tienes... -Abrí los brazos y torcí los labios.
-Vaya por dios...
Le miré preguntándole con la mirada.
-Nada, que... no puedo decirte cómo, ni por qué, pero me ordenaron matarte. -Se acercó a la cama, mirándome.- Mizu, sigue en pie la oferta del viaje. ¿Quieres venirte a Italia conmigo?
-Por querer sí, pero... ¿quién habla con Henry?
-Como siempre, voy un paso por delante. Tienes vacaciones indefinidas, por no decir que, llamando a un par de contactos, tienes baja indefinida por motivos familiares. Te seguirán pagando sin trabajar.
Me quedé un poco patidifusa.
-Vaya, eres muy bueno... Has de tener muchos contactos por ahí, ¿no?
-Los justos para vivir. ¿Qué me dices ahora? ¿Vendrás?
Asentí enérgicamente.
-Claro que sí.

Me volví a desplomar sobre la cama y Axel se arrodilló junto a ésta, al lado de mi cara.
-Mizuki, tengo que c-c-c-confesarte algo...
Torcí la cara para mirarle.
-¿De qué se trata?
-Es algo que no puede explicarse con palabras.

En ese momento, sus labios rozaron los míos y se colocó delicadamente de nuevo sobre mí. Pasé mis manos por si cintura para colocarlas en su espalda suavemente. Ese beso no era igual que el primero. Era más dulce, más intenso, y llevaba más sentimiento. Al separarse nuestros labios, Axel se quedó mirándome, recostándose a mi lado.

-Mizuki... ¿Q-Q-Quieres... sa-sa-sa-salir... con-co-co-conmigo?
-Claro que sí, Axel. -Me abracé a él con fuerza, feliz.
-¿Y estás segura de que quieres venir?
-Si no, no te lo habría dicho. -Sonreí, de verdad por primera vez en mucho tiempo. Me apoyé en su pecho y escuché atentamente su corazón.- Descansemos, que partimos en unas horas...

Ninguno de los dos pudo dormir. A mí, realmente, no me hacía falta. Al ser lo que era, no me era necesario, aunque estuviese acostumbrada a hacerlo. Era una orma de que el tiempo volase. Axel se levantó primero, mirándome alzando una ceja.

-¿Vamos?
Asentí despacio y me levanté. Al mirarme al espejo que había a mi derecha, vi que aún seguía con el vestido blanco y las sandalias, -y que el moño ya no era tal cosa-. Me quité todo del pelo, dejando caer una maraña de rizos sobre mis hombros. Me repeiné un poco como pude y me dí la vuelta.

-¡Axel! ¡No tengo maleta, ni ropa, ni nada!
Se me acercó, me dió un beso en la frente, y sacó una tarjeta de crédito.
-¿No quieres ir de compras por la mismísima Italia? -salió por la puerta del dormitorio canturreando:- Oh, sooole miiiooooo...
Salí tras él negando con la cabeza.
-¿Y piensas dejar que vaya con vestido y tacones en el avión?
-Bueno, queda tiempo si nos damos prisa. Nos acercaremos a tu casa y subirás a ponerte cómoda. Pero tendremos que correr con mi amorcito.
-¿Pretendes que te suba a caballito y te lleve corriendo hasta mi casa? -dije bromeando.
-Anda, es verdad. Aún no te la he presentado.
Pasamos al garaje y se puso junto a un coche con una sábana por encima.
-¿Preparada?
Asentí y tiró de la sábana, dejando ver un Chevrolet Yenko Camaro de 1969, negro con dos rayas blancas cruzando el capó.
-Me gustaba más el Audi... Pero es bonito. -Sonreí y me monté en el asiento del copiloto.
-Eso es porque no la has escuchado ronronear...
-Esto... Axel, es solo un coche... -dije mientras arrancaba y salía del garaje.
-¿Es... solo... un... coche? No, no, no, bonita. Esto NO es sólo un coche... -Empezó a acelerar, poniéndose a máxima velocidad en menos de cinco segundos. Yo me agarraba a lo que podía e intentaba no parecer demasiado horrorizada.- Axel, baja la velocidad... Me estoy mareando...
-Pues agárrate, que casi hemos llegado.
Dió un acelerón más y le dió uso al freno de mano, derrapando y aparcando justo enfrente de mi portal. Me llevé las manos al estómago. "Creo que voy a vomitar...", pensé.

-No tardes mucho, ¿vale? Te espero aquí.

Asentí, salí del coche, y subí a casa lo más rápido que pude. Una vez en casa, me quité la ropa y me puse unos vaqueros claros, una camiseta de tirantes negra y unas deportivas del mismo color. Cogí una bolsa de equipaje de mano y metí algunas cosas que tenían un gran valor sentimental para mí, -unos libros y algunas fotos-, y algo de ropa cómoda. Bajé los escalones corriendo, y estuve a punto de caerme unas cuantas veces. Llegué abajo y monté de nuevo en el coche, dejando la bolsa atrás.

-Espero no haber tardado mucho.
-Lo justo. Intentaré no correr ahora...

Al llegar al aeropuerto, salimos directos a la pista de aterrizaje con el coche. Entramos por el conducto para cargas pesadas del avión, y nos quedamos ahí unos minutos.
Axel abrió la guantera y sacó una caja cuadrada y fina, de madera. La madera era oscura, como la de los muebles de su salón, y tenía unas decoraciones plateadas en las esquinas.

-No había tenido valor para darte esto antes... -Me la entregó ciertamente vergonzoso.

Al abrirla, me quedé boquiabierta. Dentro había una gargantilla y una pulsera, ambas a juego. La gargantilla era de lazo, un lazo de raso de color marfil, en cuyo centro se encontraba una rosa. Parecía azabache. Cada pétalo era una piedra, y en el centro tenía una piedra blanca, en forma de lágrima, que brillaba sobre el resto. La pulsera tenía réplicas en miniatura de esa misma rosa a lo largo de un lazo de raso igual, pero más fino que el de la gargantilla. Cerré la caja y me abalancé sobre su cuello.

-Gracias, gracias, gracias, gracias... Es precioso, Axel.
-No las des, es sólo un regalo de bienvenida. -Me separé de él y sonreímos.- ¿Vamos a primera clase? Estaremos solos, no podrá molestarnos nadie.
-Claro, vamos.
Salimos del coche y entramos a primera clase. Tenía razón, estaba vacío y el avión ya había despegado. Nos sentamos en los asientos centrales y me miró.

-Te... Te... Q-Q-Q-Quiero...
-¿Por qué te cuesta tanto decirlo...?
-Es que... nunca había estado con nadie. Es decir, no tan seriamente...
-¿Nunca? ¿Y eso por qué?
-Mi trabajo no me lo permite, me lleva mucho tiempo a veces, y es algo estresante...
-¿Te refieres al de técnico informático? -dije burlona.
Su cuerpo se tensó, se puso rígido. Clavó sus ojos en mí, y muy serio me dijo:
-Mizuki... Soy cazador de demonios.