"Soy un cazador de demonios". Sacudí la cabeza varias veces, intentando sacar esas palabras de mi cabeza. No podía ser cierto, y si lo era, no sé qué sería de mí. Estaba en shock, no sabía qué decir ni qué hacer en estos casos, a mi madre no le había dado tiempo a enseñarme nada de eso antes de que muriese. Miré a Axel con cara de pánico, con los ojos centelleando verdes, refulgiendo, excesivamente abiertos. Él suspiró y me puso una mano en la pierna.
-¿Recuerdas cuando te conté que fui abandonado en un orfanato?
Asentí. incrédula aún. Suspiró de nuevo y apoyó la cabeza en el asiento, como preparándose para soltar una buena retahíla.
-Ese orfanato fue fundado por una organización, Redención. Al parecer, desde que nací, mi velocidad, reflejos y fuerza superaban a lo de cualquiera allí presente. Así que me confiaron la posibilidad de adiestrarme a cambio de un dinero extra, y podría saber lo poco que fuera de mí. Todo cuanto sabían es que el dinero provenía de Italia.
-¿Y ya está? Entonces no te dijeron nada nuevo, ¿no? Es decir, eso podías averiguarlo tú pidiendo información de los extractos del banco.
-Pagan demasiado bien, y me moría de ganas por probar mis habilidades. -Rió leve y se echó una mano a la nuca.
-¿Y a qué se dedicaba o se dedica esa organización que te instruyó? -Al contrario que Axel, yo estaba completamente seria. Si era un cazador de demonios, cabía el 50% de posibilidades de que me matase.
-Depende del demonio encontrado.
-¿Cómo que depende del demonio encontrado?
-Exacto, si se trata de un demonio menor, mi obligación es interrogarlo. por las buenas o por las malas, para encontrar a uno mayor, y después de conseguir la información que quiero, obviamente lo dejo vivir para que me sirva más tarde.
-Pero corres el riesgo de que vaya con el cuento a los mayores dejándole vivo.
-Eso es lo que realmente me beneficia. No me hace falta buscar a su señor, al irle con el cuento, él solito viene a mí. La instrucción hizo buena cuenta de mí.
-Mierda, me he desviado del tema. -Sacudí la cabeza.- ¿Vas a matarme por tener sangre demoníaca?
-Si así fuese, no te hubiese traído de viaje, ¿no crees? Además, ya te dije que no sigo las normas muy a menudo.
-¿Y si te ven conmigo qué pasará?
-Ninguno de tus rasgos te delata, realmente. Y si lo averiguan, probablemente pensarán que te estoy engatusando para que me des información y luego poder matarte en un lugar más recogido. De todos modos... para ser una híbrida, tus comportamientos son bastante humanos. No es por hurgar en la herida, pero... -me miró torciendo el gesto. Sabía que lo que iba a decir podía doler, pero no parecía importarnos a ninguno de los dos.- ¿Te quedaste huérfana siendo muy pequeña, verdad?
En ese momento, agaché la cabeza con el semblante triste. Ni un día de mi existencia me había olvidado de lo que ocurrió aquella noche, a pesar de que fuese tan pequeña.- Tenía cinco años... Un hombre llamó a la puerta, y al decir su nombre, mi madre corrió a esconderme en un armario y me dijo que no hiciese ruido, pero se dejó una rendija abierta, con lo que escuché todo. Al parecer, mi padre y este tipo eran muy "amigos", dentro del significado de la amistad para un demonio. Ese hombre le dijo que les había traicionado, y que debía morir por ello. Pocos segundos después, vino otro hombre, pero esta vez del bando de los ángeles. Éste directamente se llevó a mi madre a otro lugar de la casa y allí la ejecutó, muy a nuestro pesar. Oí un grito de mi padre justo al morir. Esa noche, me dormí llorando en el armario, y cuando desperté, estaba en casa de la mejor amiga de mi madre, Rose, la cual me crió como a una hija hasta mi mayoría de edad.
Nos mantuvimos callados unos minutos, cada uno pensando en sus cosas. Al final, Axel rompió el silencio.
-Mizuki... Hay un motivo por el cuál quiero averguar quién soy. Tú has compartido tu pasado, y yo quiero compartirte el mio.
Me giré en mi asiento, escuchándole atentamente. Imaginaba que iba para largo.
-Verás... ¿Recuerdas que te dije que destaba en fuerza, agilidad y velocidad sobre el resto? -Asentí para que continuase.- Veamos... Seguro que lo entiendes mejor con un ejemplo práctico. Dime un momento feliz que recuerdes.
Pensé unos segundos y lo reviví en mi mente.
-Cuando mi madre me decía cosas de pequeña, cuando me contaba historias sobre ángeles.
-Extiende las manos y mírame a los ojos.
Cuando lo hice, se apartó el flequillo de los ojos y éstos empezaron a brillar de una manera extraña. De repente, estábamos en una casa, al parecer bastante antigua. Al mirar a mi alrededor, la reconocí perfectamente. Estábamos en la habitación de la casa que compartía con mis padres de pequeña. Tenía una cama con un cabecero de madera rojiza, y las sábanas eran azules, con ositos dibujados. Era mi cama. Había algunos juguetes por el suelo y un cajón con otros tantos amontonados. Cerca de la ventana, la única de la habitación, se encontraba una cómoda de la misma madera que el cabecero de la cama.
-Asómate a la ventana. Te dejaré algo de intimidad. -Axel se dió la vuelta y se sentó en la cama, encendiéndose un cigarrillo.
Me asomé a la ventana, y no podía creer lo que estaba viendo. En un viejo banco verde de madera, se encontraba sentada una mujer, de cabellos dorados, con una niña en su regazo. Los rojizos mechones caían por su redonda carita e iluminaban sus ojos verdes. Éramos mi madre y yo. A pesar de que estuviésemos en una habitación cerrada, podía escuchar su melodiosa voz como si estuviera a su lado.
-¿Sabes, Mizuki? Algún día tendrás que volar, y buscar tu felicidad. Cuando quieras conseguirla, tan sólo debes ir más allá del arcoiris...
Mis manos se pegaron al cristal, como si pretendiese romperlo para saltar junto a ella, pero en ese momento, Axel chasqueó los dedos y volvimos a la realidad, al avión. Me había quedado con las manos en alto y las lágrimas rodaban solas por mis mejillas.
-Mamá... -susurré con un hilo de voz.
-Tranquila, estoy aquí, ¿vale? -Axel me acogió entre sus brazos y me dejé llevar, relajándome en la curvatura entre su cuello y su hombro.- Te ayudaré a conseguir tu felicidad, como te decía tu madre. Se arrodilló delante mía y me cogió la cara entre las manos, secando mis lágrimas con los pulgares.
-¿Estás mejor?
Asentí más tranquila. Se estaba mejor teniendo alguien con quien compartirlo todo. Había estado demasiado tiempo tragándome mi dolor. Si no era humano, ¿qué podía ser?
-Y, ¿qué más puedes hacer?
-¿Recuerdas cuando viste ese aura roja que me recubría?
-Claro. Casi me matas por haberla visto. -Me atreví a bromear.
-Verás... -Se levantó, poniéndose frente a mí. Cerró los ojos y esa energía volvió a brotar, pero esta vez tomó la forma de unos enormes brazos, y en las manos, los pulgares estaban levantados.- Ya está.
-Vaya, si no fueses cazador de demonios, diría que eres uno de ellos.
Su semblante se tornó serio y la energía desapareció.
-Es algo que odio bastante. Los demonios, digo...
-Lo siento... -Agaché la cabeza avergonzada.
-No, tranquila, supongo que no lo sabías.
En ese mismo instante, avisaron por megafonía de que estábamos a punto de llegar a nuestro destino. Axel se levantó, tendiéndome una mano.
-¿Vamos al coche?
-Claro. -Asentí y cogí su mano para levantarme.
La rampa de descarga bajó y nosotros volvimos a tierra firme. A los pocos minutos, conducía por una carretera rodeada de campo, me señaló hacia mi derecha. En medio del campo había una gran casa roja.
-¿La ves? Allí es donde nos alojaremos.
-Tu amigo tiene una casa muy grande...
-¿Mi amigo? -Rió y negó con la cabeza.- Es mía, tengo casas en varios países, por si acaso.
-Pero me dijiste que nos alojaría un amigo tuyo.
-Él sólo se encarga de los asuntos aquí a cambio de que lleve el mantenimiento de la casa. Es un miembro de la organización, también.
Llegamos frente a la casa al fin, pero Axel no bajó del coche.
-Sube y descansa, yo voy a ir a dar una vuelta andando por el centro.
Asentí y bajé del Chevrolet, poniéndome algo tensa. La fachada de la casa, efectivamente, era roja, y las puertas y ventanas eran blancas. Toqué un par de veces la puerta y me abrió un muchacho, no mucho mayor que Axel, rubio y con el pelo de punta. Sus ojos, de un color miel, se clavaron en mí. Sonrió de medio lado y me ofreció entrar.
-Tu debes de ser... Mizuki, ¿verdad?
-Vaya, veo que te han hablado de mí. -Me sonrojé y le tendí la mano, sonriendo.- Mizuki Spark.
Me estrechó la mano e hizo una pequeña inclinación con la cabeza.
-Alessandro Marchetti, un placer. Si quieres instalarte, te recomiendo la habitación de Axel, es la mejor, obviamente. Es la puerta frente a la escalera según subes.
-Gracias, Alessandro.
-Llámame Less.
Asentí y subí las escaleras, algo temblorosa. Las paredes externas a las habitaciones estaban pintadas de un color azúl celeste, muy claro, y las puertas eran de una madera de tono medio, parecía roble, bien barnizadas. Entré a la habitación que me había indicado Alessandro, aunque, para mi sorpresa, eran puertas dobles correderas. Al entrar, me embargó un olor a vainilla, suave. Me recordaba a mi madre, olía igual que su perfume. Cerré las puetras tras de mí y miré a mi alrededor. Las paredes eran blancas, completamente, y los muebles tenían el mismo color que las puertas. No había mucho: Una cama de matrimonio, bastante cómoda al parecer, una cómoda, y un gran armario, de esos de cuatro puertas, una estantería, y había una puerta, abierta, que daba a un pequeño cuarto de baño. O al menos parecía pequeño desde fuera, porque al entrar descubrí que era enorme. Tenía una ducha hidromasaje, una bañera de esas de burbujas, y un inodoro. Salí del baño y miré de nuevo la habitación.
Mientras colocaba mis libros en la estantería, comencé a cavilar sobre todo lo que había descubierto sobre Axel. Por mucho que lo odiase, cabía la posibilidad de que una parte de él, o incluso todos sus genes, fuesen demoníacos. Esa energía sólo la había visto en una persona en toda mi vida: mi padre. Coloqué la ropa en el armario, y las fotos sobre la cómoda, y me desplomé en la cama, quedando absolutamente dormida. No me era necesario, lo sé, pero a veces me ayudaba a asimilar mucha información recibida de golpe.
De pronto, me encontré en el salón de una casa. Me resultaba familiar. Al darme la vuelta, ví a dos hombres, uno de ellos, de pelo largo y moreno, con una buena musculatura, estaba de pie, callado, escuchando al otro hombre, que le hablaba de una traición a los suyos. Ese mismo hombre, el cual veía como una sombra de ojos rojos, empujaba al hombre moreno, haciendo que quedase en el suelo, sentado. Alzó una espada sobre su cabeza y le atravesó el pecho, cayendo inerte sobre el suelo, empezando a bañarse en un charco de sangre. Me vi transportada a otra habitación, una cocina, a tiempo de ver una melena dorada caer sobre la encimera, salpicándolo todo, tiñéndolo de rojo. Un grito se abrió paso por mi garganta, era un grito desesperado, inquieto...
-¡Mizuki! ¡Despierta, pequeña!
Axel. Me abracé a él con fuerza.Tenía los ojos y la cara empapados por mis lágrimas. Me acarició el pelo con suavidad y susurró:
-Estoy aquí, pequeña... ¿Estás bien? ¿Qué soñabas?
Tragué saliva, tenía la garganta tan seca que me daba la impresión de no poder hablar. Le conté mi sueño, tranquilamente, con lágrimas aún en los ojos.
-Eran mis padres, Axel... Y lo peor es que el sueño se me repite en ciertas ocasiones, no sé por qué... -Me fijé en su camiseta. Estaba encharcada de sangre y medio rota. Me llevé las manos a la boca y le señalé.- ¿¡Qué te ha pasado!? ¿¡Estás bien!?
-Pronto lo estaré, tranquila. -Fue a tumbarse en la cama, pero le puse una mano en la espalda y le levanté.
-¿Dónde te crees que vas? No vas a tumbarte en la cama así... -Señalé su camiseta ensangrentada.- Quítatela, vamos.
Se quitó la camiseta con una pequeña sonrisa en los labios y se dejó caer en la cama.
Un rato después, ambos nos levantamos. Se desperezó y buscó otra camiseta.
-Creo que iré de caza. ¿Vienes?
-No, creo que iré a comprarme algo de ropa... ¿Podrías acercarme al centro? -Le miré con ojitos de cordero.
-Está bien, no me mires con cara de angelito.
Bajamos y subimos al coche. Íbamos hablando de varias cosas por el camino.
-¿De quién era la sangre que...?
-De un demonio. Fui a por información al registro civil. Lo primero que me dijo el que estaba allí es que tenía que consultar al encargado. El "encargado" era un demonio. Lo único que me dijo antes de verme forzado a matarle es que "Todo está por comenzar".
-Vaya... -De pronto, Axel frenó en seco.
-Espera en el coche. -Me ordenó. Salió del coche y comenzó forcejear con un tipo. Desconocía de dónde había salido, pero, por la forma de mirarle que tenía Axel no daba muy buena espina. Mi ventanilla estaba abierta, así que pude oírlo todo.
-¿Qué es lo que quieres? -Le espetó Axel.
-Ella... -El individuo miró dentro del coche y luego de nuevo a Axel.- Me envían a por ella. ¿Quién eres tú? ¿Por qué me obstaculizas el camino? La he tenido que seguir desde muy lejos...
-¿Conoces algo acerca de Axel Ray?
-¿Axel Ray? No, sólo me suena un Axel, pero sólo de pasada... -Miró a Axel con furia.- ¡No me distraigas! Sal de mi camino y dámela. -En ese momento, Axel le dió una patada en la rodilla, partiéndosela.
-Habla de Axel y dime quién te envía y tal vez te la dé.
-Axel sólo me suena de una coversación entre dos de los mayores. Oí algunas palabras sueltas, cicatriz, poder, y... y.. y... ¡orfanato! Eso es, orfanato... No puedo decirte quién me envía, me mataría...
-Morirás ahora mismo si no lo sueltas. -Esta vez le rompió el codo, aprisionando su nuez contra el capó.
-¡Sonneillon! -Dijo, en un grito ahogado.- Sonneillon me envió.
-Tienes suerte... -Dijo Axel, aflojando.
-¿Suerte por qué?
-Porque hoy estoy de humor, así que haré que tu muerte dure menos de dos segundos. -Se carcajeó y el demonio al que torturaba se encogió de terror.- Vete al infierno y manda recuerdos de mi parte. -En un segundo, le separó la cabeza del cuerpo.
Observé cómo se convertía en cenizas y se volaba con el viento. Cuando Axel volvió a subir al coche, yo estaba algo pálida.
-¿Demasiado impactante para ti?
-Un poco...
Por el camino fué contándome lo que le había sonsacado al demonio.
-Ahora entiendo lo de "Todo está por comenzar..."