sábado, 13 de octubre de 2012

Capítulo 19: El tiempo pasa.

Empecé enseguida con los preparativos de la boda, ayudada y asesorada por mi madre y Ángela. Ambas estabas casi más emocionadas que yo con mi boda. Tenía que elegir absolutamente todo. Y entre pruebas de menú de restaurantes, centros de mesa, accesorios varios, ramos y vestidos, pasaron cuatro meses como si de un suspiro se tratase. El día de la última prueba del vestido, vi a las dos casi llorando, pañuelo en mano, mirándome sonrientes y emocionadas, a través del espejo. Me di la vuelta, enfundada en un vestido color marfil, con cuello de barco, y una flor en medio de la tira del cuello, una rosa, blanca completamente. El corpiño se ajustaba al torso y la falda caía libre y amplia, con una capa de tul recubriéndola.

-Eh, que la que se casa soy yo, ¿sabéis? -Se levantaron las dos y me abrazaron, intentando no estropear el vestido.
-Estás preciosa, Mizuki... No creí que pudiera verte así nunca. -Susurró mi madre.
-El vestido es tan... -Ángela suspiró. -Y te queda tan... -Volvió a suspirar.
-Ángela, podrías terminar las frases algún día. -Dije riendo.

Tras cambiarme y hacer algunas compras más, decidimos volver a casa.

-¡Ya estamos en caaaasaaaaa! -Grité, esperando a ver si salían mis queridos hombres de donde estuvieran.
Alguien tocó la puerta sin cruzarla.-
Disculpad, -era Axel, -no quiero mirar, trae mala suerte, Ayelet, por favor, ¿podrías salir?
-Claro, voy. -Salió, aunque se podía oír la conversación desde dentro.- Está con ropa de calle, puedes verla, querido.
-No es a ella a quien quiero ver, sino hablar contigo, ¿Querrías pasear?
-Claro, cielo...

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<b>Ayelet</b>

Me di la vuelta y comencé a caminar.

-¿Qué necesitas?
Axel caminó junto a mi.
-La verdad, uno solo se casa una vez en la vida, al menos, debería ser así, supongo que Mizuki te habrá puesto al día de cómo, y quién soy... me resulta extraño el hecho de que alguien me haya atado tanto a este mundo, y el hecho de ser padre... -Suspiró profundamente. -Siento el lenguaje, pero me acojona...
Negué con la cabeza.
-Es algo normal, querido, a mí me pasó lo mismo cuando llevaba a Mizuki en mi vientre. Me aterraba la idea, pero le vi el lado bueno. -Entrelacé mis manos a mis espaldas. -Es algo perfectamente normal.
-¿Puedo preguntarte algo?
Asentí despacio.
-Tú... ¿Conociste a mi madre?
Asentí de nuevo.
-Nos cruzamos en unas cuantas ocasiones, mientras estábamos embarazadas. Era una gran mujer, Axel. Buena, entregada, y comprensiva.
-Me hubiese gustado conocerla...
-Ya me lo figuro, querido, pero... estaba muy débil, y tenerte fue demasiado para ella, fue un esfuerzo muy grande...
-No fue eso lo que la mató, Ayelet... estoy seguro.
-¿Qué crees que fue? -Le miré extrañada y curiosa a la vez.
-Hum... mi padre, antes de matarlo... me legó un libro de mi madre, con todos sus hechizos, uno de ellos, el último, es un conjuro prohibido, otorga fuerza, casi infinita, pero por un tramo limitado de tiempo, al finalizar, consume el alma del usuario, de ese modo, no puedo traerla de nuevo a la vida, como hice con Asmodeus o contigo... -Sus ojos se anegaron de lágrimas, pero se notaba que intentaba reprimirlas.
Posé una mano sobre su hombro y le miré, alentándole.
-Pero, ¿para qué querría tu madre tanta fuerza?
-Mi padre fue coaccionado por demonios para matar a Asmodeus... -Suspiró con fuerza, aún sin soltar lágrimas. -¿Y si mi madre se hubiese negado, hubiese peleado, y careciese de fuerza para seguir? ¿Y si murió por protegerme para que mi padre pudiese huir conmigo?
-Siendo como era ella, no me extrañaría, Axel. -Suspiré profundamente.- Era capaz de dar cualquier cosa por la gente que amaba.
-Ayelet... me gustaría que tú y tu marido aceptáseis un regalo...
-¿Qué regalo, querido? -Me paré y me volví a mirarle.
Axel invocó dos espadas, las cuales destelleaban moradas.
-Mizuki cogió apego por vuestras espadas, conseguimos recuperarlas... la tuya estaba en Italia, y la de Asmodeus, en manos de mi padre... Ahora me gustaría que portáseis espadas forjadas por mi mismo, el destello morado, significa que albergan energía angélica y demoníaca, al igual que Asmodeus y tú, dos corazones terminan siendo uno solo.
-Oh, querido, será un honor portar estas espadas... Pero no sé si podríamos llevarlas al albergar ambas esencias.
-Estoy seguro de que si cógela. -Sonrió. -He mejorado mucho en su forja.
Cogí la espada con total normalidad.
-Vaya, es realmente ligera, pero parece contundente.
-Lo es, pero... me gustaría pedirte algo muy sencillo a cambio...
-Claro, pide lo que quieras.

Simplemente me abrazó, percibía que sentía demasiada presión, también impotencia por no haber podido cambiar nada, y en ese momento, era todo él cuanto necesitaba, y por fin, las lágrimas brotaron de sus ojos. Posé una mano en su espalda y otra en su nuca.

-Descárgalo todo, corazón... Las lágrimas están para expulsarlas, y con ellas, nuestro dolor.
-Gracias...
-No las des. Estaré a vuestro lado cada vez que lo necesitéis.
-No es necesario, solo... cuida de ella, yo seré feliz con eso.
-Cuidaremos de ella todos, ¿de acuerdo?
Asintió y giró la cabeza.
-Ups... nos hemos ido un poco lejos.
-No pasa nada... -Sonreí amablemente.
-Y tanto que no. Dame la mano, por favor. -Extendió su mano, sonriendo, y yo le ofrecí la mía.

Aparecimos de nuevo en casa, no hizo falta pronunciar el conjuro, estábamos justo en la puerta, donde partimos.

-¿Has visto qué rápido? -sacó la lengua metiendo la llave.
-Estupendo. -Reí y entré tras él.
Axel sacó su tabaco y encendió un cigarro, muchísimo más desahogado, me guiñó un ojo, y se dirigió hacia la familia.
-¿Cómo estáis todos? ¿Quién me ha echado de menos?

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<b>Mizuki</b>

Me acerqué a Axel, besando su mejilla.

-Yo, por supuesto. -Eché a reír levemente.- ¿Dónde os habíais metido?
-Sólo estuvimos dando una vuelta, ¿dónde está tu padre?
Me encogí de hombros.
-No tengo ni idea... -De pronto, se abrió la puerta de la casa y se alzó una voz familiar.
-¡Ya estoy aquí!
-Mira, ahí le tienes. ¿Dónde estabas, papá?
Axel interrumpió sus balbuceos.
-Asmodeus, tengo algo para ti.
-¿Uhm? ¿El qué? -Comenzó a hacer el bobo, saltando y aplaudiendo como un niño pequeño.- Me encantan los regalos.

Axel invocó una caja tallada, de ébano, forrada por dentro de terciopelo rojo, dentro de ella, se hallaba una espada a juego con la que portaba Ayelet.

-Dos esencias fundidas en una sola, como lo fue otrora...
-Uhm... -Cogió la espada, era gruesa y ancha, bastante afilada.- Es un buen metal, joven... ¿La has forjado tú?
Axel asintió firmemente.
-Vaya, eres un gran herrero. Te felicito. -Mi padre sonrió con ganas.
-No soy un buen herrero, el resto son demasiado malos. -Carcajeó, era la primera broma que hacía con su suegro.
Mi padre echó a reír con Axel.
-Al final vas a ser majo y todo. -Carcajeó con voz muy grave.
-Anda, pues claro -Volvió a reír, invitándole a un cigarrillo junto a otra broma. -Vamos, creo que no te matará
-No, no, ya lo dudo. Más muerto de lo que estoy... -Cogió uno, riendo aún, y se encendí una llama en el dedo para encendérselo. -Hacía mucho que no lo hacía.
Axel le dio un leve codazo en el brazo y susurró: -Fogoso por todas partes ¿eh? -Rió desmesurado.
-Claro. -Dijo Asmodeus riendo. -Si no, que se lo digan a Ayelet...
Axel cesó su risa.
-Creo que hay otros asuntos que requieren mi atención, siento cortar esto, As.

Axel se aproximó a mi.
-Vaya, pero... ¿Qué tenemos aquí? ¡Una chica bonita!
-¿¡Dónde!? -Miré a mi alrededor.- Yo no veo ninguna chica bonita...
-Pues me la llevaré -Me cogió en brazos como si fuera un saquito de patatas subiendo las escaleras al dormitorio.

-Uuuuh. -Dije, colgando de su hombro.- Sigo sin ver una chica bonita, por más que subas, yo no...
-Entonces quizá sea producto de lo ''tontito'' que es, o puede ponerse tu novio. -Vaya, aún recordaba esa conversación, no me hubiese esperado menos.
-Vaya, por Dios... -Reí brevemente.- Pues vamos a tener que quitarle esa tontería al señorito. -Me mordí la lengua riéndome.

Al llegar al dormitorio, echó el pestillo, y me dejó caer delicadamente sobre la cama, situándose a cuatro patas encima mía.

-¿Cómo vas a quitarme la tontería?
-Uy, pues no sé... ¿Cómo quieres que te la quite?
-Has sido tú la que afirmó que me la quitaría, ¿Y ni siquiera tienes un plan? -Negó con la cabeza. -Menuda eres...
-Soy una lianta... -Le acaricié el torso bajo la camiseta, notando el calor de su piel.- ¿No tienes ninguna idea tú?
-¿Yo? Para nada, estuve dedicando mi tiempo haciendo manualidades. -Rió leve.
-¿Manualidades? ¿Qué manualidades? -Le miré alzando una ceja.
-Mira. -Se quitó la camiseta, sus brazos estaban manchados de tinta, y tenía algún que otro cortecito.
-¿Y eso? ¿Tinta? ¿Qué has hecho, Ax?
-Espera... -Se levantó, hurguó en sus cajones, y sacó un libro, encuadernado en cuero, muy bien rematado, producto de varias horas en vela- ¡Mira!
Cogí el cuaderno, acariciando la encuadernación.
-¿Qué es?
-Una copia hecha a mano, del libro de conjuros de mi madre, pasará a manos de Kael cuando este tenga aproximadamente dieciséis años... El original, está un poco hecho polvo, la verdad...
-Ya, bueno... -Me encogí de hombros y le devolví el cuaderno.- ¿Cuánto has tardado en hacer eso?
-Una semana, pero... espera un segundo. -Asomó la cabeza por la puerta y medio gritó: -¿Alguien puede encargarse de acostar a Kael?

Se oyó de fondo a mi madre.
-¡Voooy yoooo!
-Gracias, Ayelet. -Cerró de nuevo el pestillo, y se lanzó a por mi, besándome desenfrenadamente. -Ya se me ocurre un modo de calmar lo tontito que estoy...
-¿Ah, sí...? -Acaricié su espalda con las yemas de mis dedos.- ¿Qué modo es ese?

Entonces, en un torbellino de pasión, amor, y un poquito de tinta, acabamos enredados bajo las sábanas, recorriéndonos cada centímetro de la piel con los dedos, juntando nuestros labios, amándonos...

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