domingo, 14 de octubre de 2012

Capítulo 20: Boda sorpresa.

Las puertas de la iglesia se abrieron de par en par, dejando ver su interior. No había muchos invitados, pero los pocos que había eran nuestros más allegados. Al fondo, ante el altar, veía a Axel, esperando impaciente. Entré despacio, sonriente, al son de la marcha nupcial, del brazo de mi padre. Al llegar junto a Axel, mi padre juntó nuestras manos y se puso a mi lado. Miré a Axel a los ojos, transmitiéndole toda mi felicidad con una sola mirada, y sonreí ampliamente. Él estaba muy nervioso, parecía no saber cómo reaccionar. Apreté su mano y me giré hacia el cura, el cual había empezado ya a sermonear, lo típico.

-Queridos hermanos, -proclamó el cura,- estamos aquí para unir en santo matrimonio a Axel Ray, -señaló hacia Axel,- y a Mizuki Spark, -hizo lo mismo hacia mi. Yo apreté la mano de Axel de nuevo y le miré de soslayo, viéndole ensimismado. Le sacudí levemente la mano para ver si volvía en sí, mientras el cura seguía hablando. Sinceramente, no me estaba enterando muy bien, pues estaba recitando un trozo de la Biblia, algo sobre el amor y el matrimonio.- ... Y entonces fue cuando proclamó que el amor no era ni grande, ni pequeño, ni mucho, ni poco, simplemente, el amor no tiene medida. -Y así continuó con su retahíla.

Axel medio espabiló, y me miró, dedicándome media sonrisa.

-Hermanos, ponéos de frente, y miráos a los ojos. -Me giré, mirando a Axel, intentando calmar sus nervios. Axel hizo lo mismo, pero sus nervios no se calmaban.
-Axel Ray, ¿quieres a ésta mujer, Mizuki Spark, como esposa, para amarla y respetarla, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?
-Respetar, lo que se dice respetar... -Bromeó Axel, y se oyó una grave tos de fondo. Mi padre. -Pero sí, sí quiero, padre.
El padre se aguantó la leve risa y continuó.
-Y tú, Mizuki Spark, ¿quieres a este hombre, Axel Ray, como esposo, para amarle y respetarle, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?
Mis ojos se anegaron de lágrimas, pero mi voz salió sin quebrarse.
-Sí, quiero.
-Entonces, por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.

En ese instante, Axel me besó con pasión. Al separar nuestros labios, le miré sonriendo, y susurré:

-Hasta el fin de mis días...
-Y más allá del arco... -Sus palabras se vieron interrumpidas por intrusos, ángeles cabreados, Axel nos agarró a mi y a Kael, haciéndonos pasar por un portal a casa de Ángela, la nuestra estaría vigilada, eso seguro, tras hacernos pasar, lo cerró.

Me quedé completamente parada, con Kael entre mis brazos, completamente confusa. ¿Qué acababa de pasar? Kael se echó a llorar asustado, y le abracé con más fuerza, acariciando su pelo. Le cogí y le subí a una habitación, echándole sobre la cama. Cogí algo de ropa de Ángela y me tumbé con Kael, aún llorando.

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<b>Axel</b>

-Axel, ¿¡qué ocurre!? -Ayelet se dirigió rápidamente hacia mi, desenfundando su recién obtenida espada.- ¿Podemos ayudar? -El tumulto de ángeles se movía rápido.
-Esta pelea no la libraréis, Ayelet, Asmodeus, lo siento, pero... Largáos con Mizuki.
-¿Y dejarte aquí solo? -Ayelet parecía realmente preocupada.
-¡Estás loco! Son demasiados, podrías morir.
-Asmodeus, no es una pregunta.
-Abre el portal, entonces. -Cogió a Ángela y Shane al vuelo, los cuales intentaban esconderse donde fuera.- ¡Vamos, Ayelet! ¡¡Ya!!
Abrí un portal en un susurro.
-Si no os largáis, tomaré medidas drásticas al respecto. -Invoqué a la potente desgarradora en mi mano y se la enseñé a Asmodeus. -Ahora, desgarradora y tú ya os conocéis.

Asmodeus saltó dentro del portal, esperando a Ayelet al otro lado. Ésta posó una mano sobre mi hombro con una mirada preocupada.

-Ten cuidado, por favor... -Entró en el portal, justo antes de que se cerrase.
-Volveré, os lo prometo. -Juré para mi solo.

El grupo de ángeles me rodeó rápidamente, y uno de ellos entró en el círculo, enfrentándome.

- Un demonio en la casa del Señor... ¿te parece bonito?
-Deberíais estar agradecidos de ser honrados con mi presencia, bastardos... -Asesté un espadazo lateral potente.

El ángel esquivó el espadazo con facilidad.

-Muy mal, atacarnos sobre suelo sagrado... -Negó con la cabeza. Parecía divertido ante la situación, con las manos en los bolsillos.
-¿Atacar? Sólo estaba calentando... ¿Venganza quizá por Melahel? ¿Ese no es un pecado capital? -Reí sádico. -La ira, quiero decir.
-¿Ira? ¿Venganza? ¿Por ese gusano? -Echó a reír. -Era un bastardo alemán que no servía para nada. Al volver sin brazos nosotros mismos nos encargamos de quitarle la poca vida que le quedaba...
-¿Y esa es la bondad de los ángeles? Patético... -Saqué un cuchillo, y lo clavé en la pared. -¿Vais a entretenerme?
-No somos tus payasos... Eres tú quien debería entretenernos... -Sacó su espada, una espada grande de dos manos, y la empuñó señalándome.
-¿Ah si? Veamos... uno... dos... tres... ¿Quieres ver como sois dos, antes de que puedas contar un segundo?
Echó a reír como un loco.
-Lo llevas claro. Ríndete como el perro que eres, demonio.

Esa fracción de segundo, fue suficiente para aparecer tras el, y Desgarradora le atravesaba el pecho.
-Bien... ¿Alguien más quiere darse delirios de grandeza? ¿O podemos empezar? -Susurré en el oído del ángel antes de que muriera. -Antes de un segundo, compañero...

Cada vez aparecían más ángeles, e iban enfrentándose uno a uno a mi, cayendo uno detrás de otro. Se me plantó delante un ángel que más bien parecía un armario emportrado. Llevaba una espada grande y gruesa, algo pesada. La levantó, intentando asestarme un golpe lateral. Yo aparecí colgando del techo.

¿Sabes lo peor de las espadas gruesas?
El armario le miró interrogante.
-Que si no las manipulas con magia, para aligerarlas, son demasiado lentas. -Salté del techo en un destello, partiendo en dos al ángel.

Se acercó esta vez lo que parecía un ángel novato. De apariencia joven, como de unos 16 años, y algo escuchimizado para ser lo que era. Levantó la espada sin dudar un momento.

-No pienses que dudaré por tu mera apariencia... -Crucé espadas con él.
-No esperaba que dudases... -Forcejearon con sus espadas duramente. El chaval ya no parecía tan poca cosa. De pronto, un ángel, desde atrás, a traición, me atacó, apuñalándome cerca del hombro.
-Vaya, vaya, vaya... Con que por la espalda... ¿Eh? -Señalé al cuchillo clavado en la pared, había reventado una tubería de gas, pero los ángeles, no parecían haberse dado cuenta. -Una adivinanza, chicos... ¿Qué es capaz de matar a un ángel, y solo un demonio es capaz de crear?

Varios ángeles se giraron a mirar donde señalaba, y todo cayeron en la cuenta, gritando al unísono:

-¡¡MIERDA!! -Intentaron huir corriendo mientras lo gritaban.

Una de mis manos, en una ráfaga de aire, cerró las puertas, y la otra envió una bola de fuego a la emisión de gas, haciendo que todo eso, saltase por los aires, entre eso, incluido yo, cuando todo saltó por los aires, sufría bastantes heridas, quemaduras graves, y la gran herida de espada próxima al hombro, había perdido demasiada sangre, abrí un portal, y aparecí en casa de Ángela, en el salón, desplomándome al instante, solo dije

-No saldrán unas buenas fotos de boda...
Mizuki bajó corriendo las escaleras al oír el golpe, y el alma se le cayó a los pies cuando vio en ese estado. Se arrodilló a mi lado y me cogió, poniendo mi cabeza sobre su regazo. Miró a Ángela, que, al parecer, se encontraba en lo alto de las escaleras. Las lágrimas ya corrían por su cara.

-No dejes que salgan los niños, Ángela. Kael no puede ver así a su padre... Y, por favor, llama a una ambulancia. -Se abrazó a mi, llorando, pero intentando ser fuerte. -Axel... Te pondrás bien, ya lo verás. Eres tú, eres fuerte... -Sus padres también bajaron corriendo y observaron en silencio el panorama. Tan solo Ayelet rompió el silencio cuando dijo:

-Menos mal que le dije que tuviera cuidado...

Abrí los ojos con la poca fuerza que me quedaba, abriendo un último portal al hospital.

-Al final... logré volver... -Escupí sangre en abundancia y caí redondo en un profundo sueño.

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<b>Mizuki</b>

Las luces naranjas brillaban sobre la carretera, camino al hospital. Iba con la mano de Axel agarrada, apretándola, como si necesitase comprobar contínuamente que seguía vivo. Aún respiraba y sus ojos se movían rápidamente bajo los párpados. Mientras siguiese vivo, aún había esperanzas. Tuvimos que llamar a una ambulancia, porque el portal, al caer inconsciente, se había cerrado de golpe, y no habíamos podido llevarle por él.

Un rato después, estaba con mis padres en la sala de espera, y Ángela se había quedado con los niños. En ese momento, más que nunca, necesitaba a mis padres junto a mí. El médico entró, y, cuando dijo su nombre, me levanté, como si hubiese un resorte en el asiento.

-¿Es usted la señora Ray?
Asentí, interrogante. En ese momento me daba igual mi apellido.
-Lamento muchísimo transmitirle la noticia, señora Ray, pero su marido, Axel Ray, se encuentra en estado de coma, causado por un traumatismo craneo-encefálico severo, además, ha sufrido bastantes quemaduras y heridas por todo su cuerpo, sobre todo el hombro, ha perdido mucha sangre, y desconocemos si volverá a despertar.

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